martes, 20 de septiembre de 2011

RECORDANDO A LACAN: EL REFUGIO DE LA CULTURA (1 DE 4)


jueves, 15 de septiembre de 2011

PRE-TEXTOS

HACIA EL TERCER ENCUENTRO DEL PSICOANÁLISIS CON LA  HISTORIA Y LA  CULTURA
 El síntoma de cada uno en la cultura globalizada

*Síntoma analítico y síntoma social
*Psicología de las masas y política del psicoanálisis
*El inconsciente entre lo cultural y lo singular
*Futuro del psicoanálisis en la sociedad global

16 y 17 DE SETIEMBRE
SALA MOLIERE ALIANZA FRANCESA
(MCAL. ESTIGARRIBIA 1.039 C/EE.UU.)
Asunción - Paraguay
 INFORMES: (0984) 285-073, 210-382, 210-503, (0981) 965-332


Con este pequeño envío Cecila Fasano saluda desde La Plata, provincia de Buenos Aires, la realización de este III Encuentro del psicoanálisis con la historia y la cultura.
Christian Gómez

Espacios de discusión
Por Cecilia Fasano
Freud fue un ejemplo de lo que significa estar en un permanente ejercicio de argumentación al punto de inventarse un interlocutor al que llamo “juez imparcial”, ¿Qué quedo de la política freudiana? Porque hoy (salvo por supuesto, honradas excepciones) asistimos a un modo que más tiene que ver con la fascinación por un saber con el cual no se opera, una fascinación con la obra freudiana (o lacaniana) pero sin consecuencias o en todo caso con la consecuencia de un saber enciclopédico, que se puede repetir muy bien, pero que está lejos de constituirse como un “saber-hacer”.
Entonces, puesto que el analista existe en una ciudad y “lo efectivo es lo que se hace en público”, qué es lo que efectivamente ocurre, en esta ciudad?
Coyuntura interesante para propiciar espacios de discusión, que permitan poner en tensión las investigaciones realizadas con las que están porvenir.
No desconocer las producciones locales y estar atentos a los propios procesos de construcción teórica es una política. El progreso del saber es posible si se produce un verdadero intercambio de ideas, donde las diferencias se debaten con argumentos sólidos basados en la experiencia clínica y en la investigación, de las que puede surgir (o no) el consenso. De lo contrario, es inevitable quedar entrampados en un masaje narcisista o en un “delirio de dos”, más cerca del oscurantismo que del psicoanálisis.
Un saludo cordial

PRE-TEXTOS

HACIA EL TERCER ENCUENTRO DEL PSICOANÁLISIS CON LA  HISTORIA Y LA  CULTURA
  El síntoma de cada uno en la cultura globalizada
*Síntoma analítico y síntoma social
*Psicología de las masas y política del psicoanálisis
*El inconsciente entre lo cultural y lo singular
*Futuro del psicoanálisis en la sociedad global

16 y 17 DE SETIEMBRE
SALA MOLIERE ALIANZA FRANCESA
(MCAL. ESTIGARRIBIA 1.039 C/EE.UU.)
Asunción - Paraguay
  INFORMES: (0984) 285-073, 210-382, 210-503, (0981) 965-332



Diana Lesme, quien estará presente como expositora en este III Encuentro ya inminente, sitúa en este envío dos ejes a partir de los cuales se pueden pensar las instituciones educativas a la luz del psicoanálisis: la promesa, fallida, de felicidad como bien común y los esfuerzos por establecer pautas universales de acotamiento del goce.

El malestar en la cultura (Sigmund Freud, 1930) es el prisma a partir del cual la autora lee los fenómenos específicos de violencia en un contexto que sitúa como posmoderno. A lo irrealizable del programa del principio del placer se une lo fallido de las pautas simbólicas en tener a raya a un retorno siempre sorpresivo de la pulsión en su insistencia de satisfacción. 


Paradojas del ser hablante, el goce habita también esos dispositivos de establecimientos de límites que son las instituciones educativas, lo cual recuerda la afirmación freudiana de lo imposible de la empresa de educar. 

Christian Gómez




Malestar y la Violencia en las escuelas posmodernas

Lic. Diana S. Lesme Romero

Llevo algún tiempo pre- y ocupándome de las distintas manifestaciones de violencia escolar, como expresiones de un malestar progresivo en los espacios escolares. Advirtiendo vivencias de los chicos desde dentro y desde fuera de la escuela, intentando colaborar para el despliegue de potencialidades del niño, la niña y los adolescentes y principalmente, para que los que trabajamos con ellos evitemos adherirnos, consciente o inconscientemente, a mecanismos que discriminen, agredan, manipulen y violenten las particularidades de los sujetos, las familias y los grupos. Las inquietudes planteadas en esta contribución se relacionan con el sentido de la experiencia escolar para los chicos, o su falta de sentido, y su relación con la producción y sostenimiento de malestares importantes.

Ya nos advertía Freud (1929) en su obra Malestar en la Cultura que las instituciones, que hemos creado los seres humanos para protegernos y procurarnos bienestar (refiriéndose principalmente a las instituciones clásicas de la modernidad: familia, iglesia, y escuela), son fallidas desde su concepción y además dificultan nuestra vida cotidiana, en tanto el sufrimiento es “natural” al ser humano. Desde la relectura de esa obra, se puede pensar que el espacio escolar es uno de los espacios donde las personas buscan “ser felices”, eterna ilusión humana, ya que sabemos, que lo que nos impone el principio del placer, es básicamente irrealizable. Esto no es igual a decir que hay distintas formas de “acercarse” a un bienestar subjetivo.

El diccionario de Lengua española define malestar como una “indisposición o incomodidad imprecisa1”. Es interesante notar en esta definición que la fuente de incomodidad es imprecisa, no se relaciona con algo o alguien específico, una suerte de intranquilidad indefinida. Esa incomodidad, que Freud la explica inicialmente como una “tensión” del cuerpo en relación a las necesidades fisiológicas del ser humano, luego inunda el cuerpo, el pensamiento y hace una trayectoria singular en la búsqueda de bienestar y felicidad.

La felicidad es efímera y su búsqueda implica todo un trabajo. La omnipotencia oceánica,  narcicística de satisfacción total, al modo de funcionamiento primario del lactante se verá limitada por el NO, como primera ley organizadora. Este mecanismo por el que se asume la falta,  el agujero, el límite, permite que  el sujeto renuncie a ese  goce primitivo, que se ha perdido para siempre. Esa pérdida (paradójica para el pensamiento contemporáneo) exige que para “ser” hay que “tener” o sea, renunciar a algo preciado para tener algo que dota de menor omnipotencia pero que permite la existencia humana. Dicho de otro modo: para vivir, habrá que renunciar a la omnipotencia narcísica. Esa pérdida, es la que posibilita al ser humano instituirse como tal. Constitutivamente estamos limitados, divididos en esa búsqueda, de algo que ni siquiera sabemos que es. En algún momento de la historia de la humanidad se creyó que era la religión el camino a la felicidad, luego se depositó confianza en la ciencia, y así se fue avanzando, a partir de las frustraciones, el descreimiento, la desconfianza en las instituciones, hasta el momento actual en que seguimos debatiendo sobre la búsqueda de la felicidad.
La escuela es en sí una gran limitadora a la completud anhelada por el YO, en tanto representante de un orden, de las normas, lo que en teoría debería ayudar para el proceso de asumirnos como sujetos divididos ante la ley (entre lo que uno es y lo que debe ser, entre lo que quiere y lo que debe). A la ya fallida institución escolar como espacio de búsqueda de la “felicidad”, se suma que la escuela posmoderna pretende ubicarse como reguladora de la experiencia escolar de los protagonistas del quehacer educativo en su totalidad, no permitiendo quiebres, incompletudes, incertidumbres. “Porque sos un estudiante de tal colegio, tenés que ser así”, impone etiquetas, tradiciones (algunas violentas), como si hubiera, una única forma de alcanzar algo de bienestar. Ante las imposiciones del sistema masificador de búsqueda de sentido, surgen los malestares y las diversas manifestaciones de éstos, una de las cuales es la violencia, en cualquiera de sus formas; como caminos alternativos para esa búsqueda.

Extendiendo la noción de expresiones de violencia escolar, presto el concepto de Violencia Simbólica, de Pierre Bordieu, sociólogo francés: “cualquier tipo de agresión que no se da en el plano de lo físico o real(por ejemplo un golpe, un grito) sino en el plano de la significación, de las representaciones impuestas a los sujetos dominados por parte de los sujetos dominantes, incluyendo: visión del mundo, roles sociales, estructuras mentales”. Es el poder “invisible” que se ejerce desde el ocultamiento, y tiene como objeto promover sumisiones que no siempre son distinguidas como tales, por estar sustentadas en expectativas colectivas, en creencias socialmente inculcadas, transformando las relaciones de dominación y de sumisión en relaciones afectivas, las naturaliza.

Siendo fiel al concepto, en realidad la tarea educativa para la cual es creada la escuela, ya es violenta, porque selecciona unos contenidos, imponiéndolos, reproduciendo un sistema de dominación social, con un currículum “oficial”, elegido y seleccionado por el estado, sustentador del monopolio de la violencia simbólica legítima, y una “apuesta”, quizás la principal, en las luchas simbólicas por la imposición de la visión del mundo. Visión monopólica que deja de lado la posibilidad que estudiantes y docentes busquen - y encuentren - un sentido a su experiencia escolar y laboral respectivamente. Esto supone que desde el poder oficial de la escuela, se hegemonizan las formas de ser, de vivir, de educar, de trabajar. Todos tienen que hacer lo mismo de idéntica manera, dejando poco o ningún lugar para la apuesta subjetiva que implica apropiarse de la experiencia escolar, del mejor modo de aprovechar los espacios escolares.


No se trataría entonces de que la escuela imponga mecanismos, formas de “ser”, de vivir la experiencia escolar, sino de cooperar con espacios, mecanismos que favorezcan la búsqueda, tanto individual como colectiva de formas propias, y también temporales de disfrutar la “cosa” escolar.


Concluyendo, si el sufrimiento es constitutivo del ser humano, y en la falta, en los límites se hace cultura, la escuela, como institución oficialmente autorizada para ello, tiene la responsabilidad de revisarse continuamente y de cambiar su función, sus mecanismos. La escuela posmoderna pareciera estar como “perdida” en esos avatares. La tentación de mi impregnación posmoderna es decir que la escuela debería “recalcular” el rumbo, las rutinas, los espacios escolares (como dicen los GPS cuando uno “perdió el rumbo”) aunque no se puede recalcular porque el bienestar humano no es “calculable” con formulas únicas, que sirvan para el colectivo. No hay un GPS para administrar las frustraciones culturales y sus implicancias. Nuestro transitar se caracteriza esencialmente en esta era por el movimiento ágil y los cambios. Es en ese oscilar donde nos vamos construyendo cotidianamente como eternos aprendientes, pseudo magos sin magia ni rumbos convencionales determinados, convocados a pensar, a construir una forma novedosa de convivencia escolar, que con sentido crítico, flexibilidad, tolerancia, responsabilidad, formación y pasión hagamos esfuerzos para promover que los niños y los adolescentes que habitan la escuela encuentren caminos que no hagan más pronunciado o sirvan de sostenedores del malestar contemporáneo.

Y esa es tal vez, una apuesta del psicoanálisis en este escenario: abrir caminos y espacios alternativos para pensar o tal vez para reinventar la escuela como contrapunto a la escuela generalizante, dominante desde esa “agenda oculta” social, que genera malestar y violencia institucionalizadas y crecientes.


PRE-TEXTOS

HACIA EL TERCER ENCUENTRO DEL PSICOANÁLISIS CON LA  HISTORIA Y LA  CULTURA
 El síntoma de cada uno en la cultura globalizada
*Síntoma analítico y síntoma social
*Psicología de las masas y política del psicoanálisis
*El inconsciente entre lo cultural y lo singular
*Futuro del psicoanálisis en la sociedad global
  
16 y 17 DE SETIEMBRE
SALA MOLIERE ALIANZA FRANCESA
(MCAL. ESTIGARRIBIA 1.039 C/EE.UU.)
Asunción - Paraguay
 INFORMES: (0984) 285-073, 210-382, 210-503, (0981) 965-332


Escribe desde Posadas Rodrigo Cibils quien propone una lectura atenta a dos dimensiones inherentes al psicoanálisis: la historia y la política.

En este envío ambas se articulan con lo contemporáneo a partir de la hipótesis según la cual el psicoanálisis no es sin la subjetividad de la época.

¿Cómo pensar los efectos actuales de acontecimientos que hacen a la historia del psicoanálisis? El autor propone que ante cada hecho que toca lo colectivo el psicoanálisis responde con una nueva toma de posición, así por ejemplo la política implementada, política disímil, en tiempos de dictadura en la Argentina.
A su vez, puede conjeturarse, en un contexto donde hay una tendencia al borramiento de la palabra, sustituida por la fragmentación infinita del organismo, el psicoanálisis insiste en conectar al sujeto con una causa que lo atañe de manera íntima.
Christian Gómez



Psicoanálisis: Historia y Política”
Por Rodrigo Cibils

“…que ´la política es inconsciente´ es otra manera de advertir que aquel que piensa no se da cuenta de que primero habla…”.
Germán García, “Psicoanálisis, política y verdad”.
(“Conceptual. Estudios de psicoanálisis”. N°10-Octubre de 2009)





Tomé como punto de partida dos artículos, “Declinaciones de un sobreviviente. Psicoanálisis frente a la dictadura” y “La sociedad del acto analítico”, ambos de Enrique Acuña.


La historia no sería solo una suma de sucesos o eventos, donde se ubican los diferentes hechos sobre una línea cronológica que no permite los silencios ni los cortes. Historizar en psicoanálisis sería más bien ubicar, no solamente los hechos, sino los acontecimientos a partir de los silencios y escansiones que lo organizan. Señala Enrique Acuña en “Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas”, que “historizar en psicoanálisis implica, entonces, situar la función del olvido, que recupera el valor del resto perdido, con lo cual se puede captar un cierto saber sobre la verdad”. Un hecho adquiere valor de acontecimiento por sus consecuencias, es decir, que tenemos dos tiempos. Un tiempo 1 donde se da el hecho, y un tiempo 2 que hace que ese primer hecho adquiera valor de acontecimiento. Es un tiempo diferente al cronológico, es un tiempo que opera por retroacción al modo freudiano, ya indicado por Freud en los dos tiempos del síntoma y del trauma.

Hacer historia es algo diferente a historizar. Hacer historia es seguir una línea sin sobresaltos, donde se da una división del tiempo en cronos como forma ordenada de los archivos. Historizar es resaltar lo profano, “zambullirse en el orden del encuentro contingente con lo que no se sabía, con la novedad sorprendente”, como un destello durable. Señala Enrique Acuña que un acontecimiento se historiza, pero en términos de una “hystoria”, en donde el discurso reintroduce la dimensión del sujeto-analizante, dividido por el retorno de lo reprimido. Sobre esta base se apoya la idea de historizar el análisis pero no como hechos del pasado en una línea temporal, sino con una temporalidad de retroacción.

Lorena Danieluk planteó en los pre-textos hacia el Encuentro, es el encuentro entre lo público (para todos, la cultura) y lo privado (para cada uno, la pulsión), en donde como una banda de moebius, lo público se hace privado y lo privado se hace público pero de manera diferente. Entonces, en el encuentro entre un analista y un analizante ya hay un “hecho social”, ya que entre ambos atraviesa la cultura de esa época.

En una conferencia en la ciudad de Oberá, Misiones, sobre el “Malestar en nuestra Cultura”, Christian Gómez resaltó que la cultura es una trama simbólica inherente de lo humano, y por lo tanto es un efecto del lenguaje. El malestar es un término acuñado por Freud para referirse al desorden que hay en los lazos de la vida cotidiana en una sociedad en busca del placer de cada uno y la felicidad para todos. En este sentido, ubicamos el “malestar” como efecto de una tensión entre la felicidad para todos y el bien para cada uno, entre la felicidad social, en masa, y el bien singular, inconsciente solitario que busca su pareja (S1-S2) en el binario del inconsciente transferencial.

Ese dispositivo de la cultura, a modo imperativo, promueve el bien común, la felicidad para todos silenciando el goce particular de cada uno. Entonces, por un lado tenemos a la cultura que reclama felicidad para todos, y por el otro lado tenemos a la pulsión freudiana que desorienta en tanto no indica cual es el objeto ni que forma de satisfacción espera alcanzar, pero que sin embargo exige satisfacción. La cultura como trama simbólica, como lenguaje que organiza la realidad de lo humano, no puede captar de manera total a la pulsión, hay una parte que no es captada, un resto que aparece y que cada vez que lo hace deja como efecto el “malestar”. En este punto, el síntoma sería una forma particular que tiene cada uno de arreglárselas con ese elemento que queda por fuera del entrecruzamiento entre la pulsión y la cultura, entrecruzamiento que es parcial. Síntoma hechos de palabras, que trata de cubrir de sentido el sin sentido que produce el desborde de la pulsión.

El malestar de nuestra época reclama respuesta a fenómenos y a “síntomas de nombres importados” como el “stress”, “depresión”, “panic attac”, entre otros; abriendo un abanico de ofertas terapéuticas, grupos de apoyo y rehabilitación a determinadas adicciones, ofertas de calmantes y quitapenas que garantizan evitar el sufrimiento y prometen “felicidad”, borrando al sujeto y silenciando el goce, negando que es imposible gozar del “bien común”.

Opuesto al dispositivo de la cultura, el psicoanálisis responde con un dispositivo que pone en juego la causalidad del inconsciente a partir de invitar al sujeto a hacer uso de su palabra y así empezar a nombrar algo de su malestar. Por el paso de la experiencia de un análisis, el sujeto adquiere un saber que fue ignorado, capta algo de ese saber que está determinando sus síntomas, un saber que habla en él. La experiencia de un análisis, hace existir la política del inconsciente en tanto articulación entre la “resonancia” de las palabras y el “silencio” de la pulsión, “quedando un resto de satisfacción que, al perderse, no se dice, sino que se escribe” (ENRIQUE ACUÑA. Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas).


Decíamos entonces que el psicoanálisis es un efecto de lo que llamamos malestar, ese desorden de lo humano donde cada época sufre de diferentes maneras, cada época vive la pulsión a su modo. En el siglo XXI se instala el “permiso para gozar”, donde la representación de la época victoriana de Freud ha cambiado, los síntomas no son los mismos, las histéricas no se presentan igual. Es decir, que el síntoma ha cambiado su envoltura formal, pero hay algo que no puede ser modificable en su núcleo de lo real, el cuantum pulsional no ha cambiado. Lo paradójico es que en ese nuevo sufrir que cada época indica, siempre hay algo que se repite en el sujeto, lo señala Enrique Acuña, “en sus síntomas contemporáneos, algo propio de lo viejo. Es decir, como en el hablante, desde siempre, se observa esta conjunción entre lenguaje y goce” (ENRIQUE ACUÑA. “El viejo mundo nuevo. La sociedad del acto analítico”).
PRE-TEXTOS


HACIA EL TERCER ENCUENTRO DEL PSICOANÁLISIS CON LA  HISTORIA Y LA  CULTURA
 El síntoma de cada uno en la cultura globalizada

*Síntoma analítico y síntoma social

*Psicología de las masas y política del psicoanálisis

*El inconsciente entre lo cultural y lo singular

*Futuro del psicoanálisis en la sociedad global


16 y 17 DE SETIEMBRE

SALA MOLIERE ALIANZA FRANCESA

(MCAL. ESTIGARRIBIA 1039 C/ EEUU)

Asunción - Paraguay

 INFORMES: (0984) 285-073, 210-382, 210-503, (098) 965-332




Una ciudad esconde múltiples aspectos que hacen a su trama cotidiana. En ella y en quienes la habitan impactan de modo diferente hechos y circunstancias que la transforman.


Es el caso de Encarnación, desde donde nos llega esta contribución por parte de Dolly Sosa, ciudad sede en la actualidad de transformaciones que afectan a los pobladores dando lugar a configuraciones alejadas de lo que fuera en otros tiempos la región y acercándola mas a cualquier ciudad latinoamericana con las incidencias de los mass-media, suburbios de hollywood al decir de Néstor García Canclini.


La autora hace un recorte de un sector de la población, jóvenes púberes, y estudia su actualidad valiéndose de las tesis freudianas sobre las identificaciones, la constitución de los ideales y la voz imperativa del superyó.


Entre la multiplicidad de ofertas de objetos listos para llevar, como en la recordada zona baja, y la apelación a las tradiciones hay un llamado a la intervención del psicoanálisis en los debates públicos.


Christian Gómez




Subjetividad y juventud encarnacena

Por Dolly Sosa 



El eje de este trabajo será nuestra inquietud ante una inmensa población juvenil que sufre el impacto de una urbanización acelerada de nuestra ciudad Encarnación, sostenidos apenas de los resguardos amparadores del Ideal del Yo. Vamos a tomar como eje obras capitales de Freud para el estudio de las identificaciones y los ideales, tales como Introducción al Narcisismo (1914); Psicología de las masas (1921); El Yo y el Ello” (1923); Nuevas lecciones introductorias al Psicoanálisis (1932).

Las identificaciones, son operaciones constituyentes del humano. En primer lugar, tenemos las identificaciones originarias, que son con el padre (con el lenguaje dirá Lacan y nosotros nos sentimos tentados a agregar aquí, identificaciones imaginarias con la nacionalidad y la ciudad, pues creemos que este imaginario emerge anclado en lo simbólico).

Luego, siguiendo a Freud del capítulo VII de Psicología de las masas, tenemos las identificaciones como forma primaria de lazo afectivo con el objeto; como sustitutivo de una relación de objeto abandonada y otras sin ninguna interferencia de lo sexual, simplemente producidas por el descubrimiento de rasgos comunes entre los sujetos (identificación al rasgo).

Consideramos que nuestros jóvenes púberes y adolescentes de Encarnación que son una inmensa mayoría, están expuestos a identificaciones caóticas, al tratarse de las identificaciones sin coherencia alguna y sin aspiración de síntesis tampoco, por más que es cierto también que como dice Freud, es lícito el empleo literal de “múltiples personas psíquicas”.

Fijémonos lo que nos dice una niña, cuya madre está por ser desalojada de su casa por el Ente Binacional Yacyretá debido a la reconfiguración poblacional para la inundación de su zona: “mi mamá está tan orgullosa de sus plantas, de sus malvones, de sus helechos y de sus árboles. Tiene plantas traídas de lugares más allá de Pozo Favorito, más allá del Parapití , que trajo su padre de la Guerra del Chaco. Dice mi mamá que eso no tiene precio………¡y le quieren pagar con plata!” Esa misma niña que entiende el valor de lo intangible, por otro lado se siente acomplejada porque no porta un blackberry……….

Ya no confiamos tanto como en épocas pasadas en el peso de las identificaciones tradicionales formadas en la familia (sustituto de una relación de objeto abandonada como son las secundarias edípicas) pues los hogares de padres separados o de madres que simplemente se han ido a “trabajar a España” es ahora una realidad cotidiana. De modo que no tenemos el resguardo ya ni siquiera de la “virgen serrana de Caacupé” porque la religiosidad está tomando cada vez más un cariz folclórico.

Dice José Bleger en “Simbiosis y ambigüedad”, que el Yo, la instancia psíquica del Yo, no se limita a la superficie de nuestro cuerpo sino que se extiende en los objetos y personas – que habitamos y que nos habitan.
En esa misma línea dice Freud que “cada individuo forma parte de varios grupos, se halla ligado desde varios lados por identificación y ha construido su ideal del yo según los modelos más diversos”.

En ese sentido, los jóvenes se identifican entre ellos y sin las identificaciones edípicas de nuestra época, los chicos se aglutinan en patotas para buscar escape al susto de vivir, en los estupefacientes de los cuales la moda actual es el crack! La gobernación y la Municipalidad están seriamente preocupados y por ello buscamos ayuda internacional y nacional (el programa nacional de prevención de drogas con el Dr. Fresco, de Prever) para reflexionar y afrontar este malestar que está tomando la forma de una epidemia!

Es en el YO y el Ello, donde figura por primera vez el término “superyó”, que en este texto se considera como sinónimo de Ideal del Yo y que tiene las funciones de prohibición e Ideal. En “Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis” el superyó aparece con las funciones de auto observación, conciencia moral y función del Ideal. Estas últimas acarrean, sentimiento de culpabilidad y sentimiento de inferioridad.

Nosotros observamos con preocupación que estas funciones reguladoras están faltando cada vez más al unísono con la sociedad de consumo que descarta los productos usados y los bota al basurero. Del mismo modo como en forma absolutamente frívola se opta por el último diseño del producto más novedoso, como si la novedad fuera necesariamente garantía de calidad!!! Y es así como se descartaron los discos de vinílico a favor de los CD, cuando que los técnicos del sonido siempre optan por los famosos Long play del año 60!!!

En este tiempo de la postmodernidad , Gilles Lipovetsky (La era del vacío) dice que la verdad ha dado paso a la seducción, la noticia veraz a aquello que uno quiere oír y ver (la tinellización de nuestra televisión local); la hiperinflación de la apariencia , donde nuestro cuerpo ha dejado de ser una “res extensa” para ser un instrumento de erotismo.

En ese sentido , es hora de que los psicoanalistas , pues el superyo, antes cruel y aniquilantemente opresivo, se ha extendido hasta permitirlo todo y como “si Dios ha muerto, nada está permitido” , dice Lacan parafraseando a Dostoievsky , los chicos ante el pánico de existir, se escapan con cualquier medio hacia islas de goce infinito ….de los que algunos ya no vuelven…..

Creo que los psicoanalistas deberían ser asesores de políticas públicas:
· No del modo empirista y chato de las ONGs que fracasan pese a que se gastan millones, sino aportando reflexiones sobre nuestro discurso tan postergado porque nosotros mismos no sabemos cómo dialogar con la Cultura.
· En ese sentido, los jóvenes están en una situación de emergencia: ellos deben abandonar su cuerpo infantil, sus padres omnipotentes y dar sentido a un cuerpo que aparece con una demanda nueva cual es una la sexualidad que le dará un lugar en la cadena generacional. O sea, subjetivizar esa maduración orgánica articulándola con la herencia de un deseo.
· Si no hay identificaciones primarias no hay identificaciones secundarias sino imitaciones, deformaciones bufonescas, payasescas, en donde los jóvenes se asimilan a un “como si” trabajaran, “como si” amaran, “como si” fueran buenos ciudadanos. Esto es, creo, la tarea del psicoanalista: tener voz ante las autoridades que diseñan los destinos de la ciudad para que el impacto sea de lo más armónico: que lo nuevo sea ”superación de lo viejo, pero conservando lo anterior”.

martes, 13 de septiembre de 2011

PRE-TEXTOS

HACIA EL TERCER ENCUENTRO DEL PSICOANÁLISIS CON LA  HISTORIA Y LA  CULTURA
 El síntoma de cada uno en la cultura globalizada
*Síntoma analítico y síntoma social
*Psicología de las masas y política del psicoanálisis
*El inconsciente entre lo cultural y lo singular
*Futuro del psicoanálisis en la sociedad global
  
16 y 17 DE SETIEMBRE
SALA MOLIERE ALIANZA FRANCESA
MCAL. ESTIGARRIBIA 1.039 C/EE.UU.
Asunción - Paraguay
  INFORMES: (0984) 285-073, 210-382, 210-503, (0981) 965-332


En este envío Lorena Danieluk, miembro de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones, interroga la época actual a partir de la vigencia del texto freudiano sobre el malestar en nuestra cultura. 

Los síntomas testimonian de las tensiones que vive cada época entre pretensiones de generalización de las propuestas que conducen a la felicidad y los efectos singulares que muestran lo ilusorio de tal promesa.

¿Hay aquí un pesimismo del psicoanálisis respecto de la cultura? Sabemos que Freud osciló entre optimismo de las formas simbólicas de la cultura y pesimismo al constatar el retorno de un elemento más allá del principio del placer. 

La hipótesis del inconciente, sin embargo,  supone un encuentro del hablante con un texto privado que habla en sus síntomas y se desliza en sus sueños y que puede dar lugar a una palabra que, no ya universalizante, permita al sujeto habitar una cultura y una época.

Christian Gómez


Entre lo público y lo privado: el inconsciente

Por Lorena Danieluk.

¿Qué es lo que los seres humanos mismos dejan discernir por su conducta, como fin y propósito de su vida?, ¿Qué es lo que exigen de ella, lo que en ella quieren alcanzar? No es difícil acertar con la respuesta: quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla…”
S. Freud “El malestar en la cultura” 1929, pág. 76.


Freud se anticipa aquí a lo que podemos considerar una lectura vigente de nuestra cultura actual. Sosteniendo como pretensión la búsqueda de la felicidad el individuo acudirá a diferentes artificios, “quitapenas” prometedores de una felicidad plena. Camino este, el de la felicidad, que cataloga de irrealizable, más aún en el sentido universal del término.

En tanto la pulsión juega su partida allí, la pretensión social de la felicidad para todos, incluso la oferta constante de modos para alcanzarla, se estrella y desaparece. Freud sostiene que cada quien deberá encontrar el camino que lo conduzca a esa bienaventuranza.

No obstante analiza, entre otras cuestiones, cómo la aglutinación del individuo con otros bajo la forma de la familia puede ser pensada como un modo de responder a la necesidad sexual genital, por lo menos en primera instancia. De este modo introduce ya una especie de transformación familiar que parte de la organización bajo la forma de tótem a un nuevo modo en donde el amor puede establecer lazos. No obstante todo emprendimiento se verá coartado, limitado por el desarrollo cultural. Se introduce así una especie de ida y vuelta por un lado el amor se contrapone a los intereses de la cultura, por otro lado la cultura ejerce sus limitaciones sobre él.

Lo público –del para todos – y lo privado – de cada quien – se entraman generando una interesante articulación.

E. Acuña, en su artículo “Dialéctica del Perjudicado y el Prestador”, muestra cómo en un contexto actual de liberalismo y biopolítica, la palabra estrés – creada por la psiquiatría después de la guerra de Vietnam - desplaza a la neurosis traumática y a la angustia. Concordante con la idea de que el trauma puede universalizarse, luego también el trauma está en el lugar de la causa, pero como causa real y externa al sujeto, y no como lo pensó Freud al modo de un exceso energético que no puede ser asimilado por al aparato psíquico, y en donde se destaca el factor sorpresa del trauma – inesperado por el yo – y la lectura retroactiva del mismo – sólo fue traumático en tanto produjo un síntoma-.

Entonces el trauma, muy a contrapelo de lo planteado por los discursos actuales, es aquí algo que no se capta y que además se organiza al modo de algo externo que se constituye como tal en tanto toca una interioridad que ya lo anticipaba.

El efecto inmediato de esta lectura de los “traumatizados”, sería una especie de boda- según lo propuesto por el autor - entre el perjudicado – victima – y el prestador de salud, donde el primero cuenta su síntoma en función de las palabras que el segundo le propone como válidas para la época, en este caso estar estresado o traumatizado, cuestión para la cual se le propone todo un aparato de tratamiento por supuesto, que promueve la felicidad y la cura milagrosa. Así Perjudicado y prestador hacen la alianza perfecta.

Ahora bien lo que escapa a este enlace, es precisamente el plus que allí se produce. En esa pareja perfecta se produce goce.

El psicoanálisis no será sin antes interpretar el discurso de la época. De este modo Enrique Acuña propone que la salida a esta especie de encrucijada, será vía el deseo, en tanto las terapéuticas actuales reducen la demanda a la necesidad.

El psicoanálisis puede intervenir allí como aquel que al promover el discurso del inconsciente, introduce al sujeto en un equívoco en donde este no sólo podrá notar que habla desde un lugar de identificación – a los significantes de una época, por ejemplo – sino que también perderá la noción de lo que dice, dirá más allá – enunciación – y es allí precisamente donde algo del deseo se irá desplazando.

En lo que considero una misma línea de lectura, Eric Laurent, en su artículo “El nombre del padre entre realismo y nominalismo”, plantea que la práctica social efectúa variaciones sobre los usos y costumbres otrora admitidos. Así la estructura de parentesco actual, por ejemplo, se rige más bien por el sistema jurídico que por la historia, además de la insistente pretensión de encontrar en investigaciones biológicas el dato último que permita garantizar y organizar el sistema de los nombres – la autoridad familiar -.

La lectura actual de nuestra cultura se ve atravesada entonces por los discursos jurídicos y técnicos – científicos. Podemos pensarlos como discursos que comandan y organizan las particularidades de una época.

En síntesis: el psicoanálisis como otro discurso, sin perder de vista el entramado discursivo actual, propone un modo diferente al de la cultura en su abordaje de lo pulsional. Es allí donde el discurso del inconsciente interviene generando una torsión en la trama en donde lo público – para todos, la cultura - y lo privado – de cada uno, la pulsión – se encuentran. No sólo porque hace jugar en el interior de la experiencia lo público, sino que también hace de una experiencia privada algo que implica un retorno del sujeto a lo público, pero diferente esta vez.

La idea Freudiana de un camino y un recorrido que será para cada uno, es precisamente en tanto el discurso del inconsciente abordara lo real pulsional vía la palabra pero no sin saber que en ese ejercicio algo quedara por fuera; será ese vacío no captado precisamente, lo que ahora quedará ubicado como causa, ya no publica, sino singular.

***