lunes, 1 de mayo de 2017

“Dos Tipos de Despotismo"






En esta oportunidad publicaremos un extracto correspondiente a la obra "La hora de San Blas" de Mara Vacchetta Boggino, contenido en el apartado II "El ciudadano y la Ley que no opera", el capítulo " Dos tipos de despotismo" de la citada obra. A continuación leerán una introducción al tema por parte de la autora y seguidamente la exposición de los “Dos Tipos de Despotismo"

Introducción
“Latinoamèrica es un continente lleno de esperanzas y de grandes desilusiones también . Una de las causas mas repetidas de fracasos es que nuestros organismos estatales carecen de solidez a causa de que campean los intereses coyunturales sobre la obediencia a la Ley. Se puede afirmar entonces sin temor a errar que en las Instituciones patrias campean intereses coyunturales de sujetos ególatras, en vez de la legalidad según la Constitución Nacional y según la normatividad de cada ente público. Y  seguramente éste es el principal motivo de nuestro atraso para entrar con holgura en la cabalgata del Tercer milenio. 

Hemos vivido pocos días atrás  un tremendo malestar ciudadano porque muchos políticos "casi sacaron los pies del plato". Y en honor a la verdad, debemos destacar el papel protagónico de la juventud, que estuvo  aplaudiendo ó censurando, según el zigzagueo de nuestras autoridades, hasta el feliz desenlace... Este trance, nos lleva a pensar que siempre debemos estar vigilantes para hacer respetar la Carta magna paraguaya,  que es la Red  Simbólica en cuyo andamiaje nos movemos...”


Dos tipos de despotismo

I -  Hitler y Stroessner

Un pueblo empieza a repensar su historia después de la debacle. Es así como vimos “La caída“ (2005), película que trata de los últimos 12  días de Adolf Hitler ,dirigida por  Oliver Hirschbiegel y  protagonizada por Bruno Ganz.

Aún muerto Hitler, los combatientes se aprestaban a morir porque así le juraron al jefe.  Había gente sensata que les decía “sálvense, el líder ha muerto y no tiene ningún sentido presentar batalla” y los jóvenes decían “es que le juramos al jefe nunca rendirnos, mejor morir”.  (Tal vez para algunas mentes ñoñas debamos aclarar que nuestro respeto no se extiende  a los criminales de guerra nazis que estaban al lado del jefe porque saliendo del búnker iban a ser “carne de horca”, como de hecho lo fueron en el famoso juicio de Nuremberg sino a un sinnúmero de jóvenes que equivocadamente habían puesto en Hitler su ideal.)



Es impresionante constatar cómo un pueblo para quien tiene valor la palabra dada, se recompone de sus ruinas y hoy es otra vez  una nación, rica y poderosa. Observarás con nosotros que si  muerto el líder la gente aún queda comprometida  a su juramento, es que el líder era solo un escalón visible detrás del cual la Ley había llegado a un nivel de abstracción, regulación y autonomía característico del Orden  simbólico. Pero no es menos cierto que la imposibilidad de sospechar siquiera los errores de  la  palabra promulgada (en efecto, les resultaba inimaginable que la Ley depositada en su líder fuera falible),  llevó a sus habitantes a las cenizas humeantes del Berlín del 1945. En  otros términos, no se puede ignorar que toda obligación  humana es limitada al punto  que siempre son necesarias las interpretaciones según el caso, dado que ninguna ordenanza puede contemplar todas las eventualidades.

Entendemos  que la diferencia entre el nazismo y el stronismo (neologismo que alude al modo de vivir en época del dictador  Stroessner), es que  por equivocada que fuera, en el caso de muchos jóvenes nazis  la Ley era vivida autónomamente, mientras que en el caso stronista,  la Ley necesitaba de  la presencia física del hombre fuerte. Según el relato de la secretaria de Hitler en que se basa la película comentada, más allá de los cobardes, rastreros, lamebotas, cínicos, pervertidos, criminosos, sinvergüenzas y malhechores de toda laya, otros  partidarios dispuestos a morir, lo hacían porque practicando una vida  normativizada según  reglas, tenían la equivocada idea de que la autoridad humana  es absoluta como si fuera la autoridad divina.  Lo que sin embargo admiramos en ellos es la disciplina hecha carne,  pero de  ninguna manera la ilusión  teutona de que la legalidad humana fuese sin fisura alguna!   En cambio en nuestras tiranías pintorescas latinoamericanas (Rojas Pinilla, Trujillo, Papá Doc¸ Batista, Stroessner, Somoza Debayle) nos movemos en el registro intuitivo de la sumisión al caudillo mientras  no nos parece que hayamos accedido a inscribir totalmente  la Ley en el Orden Simbólico.  Este Orden Simbólico consiste en el tejido de permisiones y prohibiciones elementales no escritas  que cumplimos en la vida de familia desde la infancia, y luego las  normas y reglamentos escritos que rigen la vida adulta practicada en  comunidades cada vez más amplias que dan un marco a la vida del humano civilizado.


IIEl caudillo  gobernante y el padre de la Patria

La creencia en la plenitud infinita del precepto llevó al nazismo a su ruina pero notamos que  había abstracción, había distancia entre el líder como figura concreta y la autoridad que emanaba de él al punto que ante su desaparición física, no se produjo un desbande sino que sus soldados siguieron identificados entre sí en una cohesión según su ideología (siempre siguiendo el testimonio de la secretaria de Hitler que es la fuente para la película comentada , testimonio  que consideramos válido porque coincide con otras lecturas que hicimos sobre la segunda guerra mundial). En cambio en nuestros casos latinoamericanos, el súbdito mil veces se subordinó al líder de carne y hueso, al sujeto histórico a quien no veía como intérprete del poder legítimo, sino que él era ese poder en concreto. Por ejemplo, el acatamiento a Stroessner en Paraguay,  estaba en el plano de las imágenes de apego o antipatía partidarios y de los  miedos atávicos y viscerales. En el stronismo el precepto no llegó al nivel de abstracción necesario para tener la  potestad y autonomía del símbolo. El acatamiento al tirano se estancó nomás en imágenes de compadrazgo, de nueras, yernos, cuernos y amantes; de vínculos de odios, amores, simpatías y antipatías. De temores al estilo “sháke” y de seducciones y adulonerías para conseguir ventajas.



El “padre de la patria”  no fue  para la cosmovisión del “stronismo”,  de ninguna manera el padre abstracto  que vive en  nuestras mentes en forma de reglas y de normas. No fue el “Padre” que pregonan los psicoanalistas, fuera de la vida temporal  y concreta, sino el gobernante concreto, temido y amado como proyección del padre individual, a quien queremos y odiamos. Fue  la imagen poderosa del progenitor que  desplazamos en la  autoridad máxima de la nación ( el tirano en este caso), en quien depositamos los emblemas de la heráldica familiar!.  Y nos aventuramos a generalizar que  para una inmensa cantidad de países en el mundo, la relación del sujeto  con la autoridad no pasa por la sumisión a la Ley  representada por la Constitución Patria, sino por la subordinación a la persona tangible del  jefe de gobierno. Dicha conducta no concierne  a  los ideales ni al respeto a las instituciones pues no existe un  más allá de la presencia  individual del caudillo. El  vínculo con la autoridad es con el hombre  que soporta la investidura presidencial. Debiendo tal  investidura,   trascender a la persona histórica que  lo encarna durante un período de gobierno y que provoca  nuestro  respeto independientemente de que quien lo ejerza, no esté a la altura de la misma.  Por eso es tan  necesario no olvidar  los abusos de poder en un país  a fin de entender  en qué medida el Amo lo perjudicó y en qué medida los habitantes del país se lo permitieron.

Joven, hicimos esta pequeña digresión sobre el padre de cada familia, para mostrarte que muy fácilmente le atribuimos  a las autoridades de nuestra comunidad o nuestra nación, los blasones paternos. El habitante de varios países del mundo,   sigue operando ante el canon de su agrupación  política , ante las órdenes de su líder ó incluso ante  la constitución  patria ,  en el plano intuitivo(1) de las imágenes parentales , sin el más allá de los ideales que trascienden  a  quien  contingentemente ejerce el poder.  Por ello, cuando  el mandamás  desaparece físicamente, el  vasallo libre de ataduras opera según otras conveniencias. Cambia camaleónicamente (“cambia de colores según la ocasión”) y se convierte en un gran demócrata.  Por eso decimos que estamos inmersos en el “opá-reí “ (2). Hemos obedecido por  miedo, amor u oportunismo ante un dictador .  Nosotros folclóricamente practicamos el opá – reí  y el vyro-reí  (3) y no nos comprometen los acuerdos asumidos mientras  hacemos lo que nos parece más ventajoso dejando desairados  a aquellos a quienes dimos la palabra. Es la modalidad “pocarê”:  vida fuera del orden consensuado,  falta de respeto al semejante y en casos graves, caos público.


III .-   Diferencias y semejanzas de ambos regímenes

Los dos tipos de despotismo que estudiamos, el stronismo y el nazismo, han devastado subjetividades, en el sentido de causar deformaciones severas en el orden psíquico lógico y emocional de los ciudadanos, independientemente de las muertes y el éxodo que  sufrieron sus habitantes.   La devastación de ambos regímenes es por todos conocida. Ambos han abrevado de las características de sus pueblos y han abusado de ellas explotándolas para sus fines egoístas y los de sus camarillas.  Ambos regímenes explotaron relatos épicos para encender las masas y hacerles creer la continuidad entre  esos mitos y la gestión de sus gobiernos.  Es así que Hitler exaltaba al titán de la música de ópera Richard Wagner y las ideas del superhombre de Nietzche.  En paralelo, Stroessner, explotaba la figura de nuestro  Mariscal de Hierro, el Mariscal López – paranoico y heroico a la vez- , para señalar una continuidad patriótica entre ambos líderes.  




Señalamos también sus diferencias en el sentido que creemos que no obstante a su monstruosidad, en el régimen teutón, la figura del líder logró acercarse más a la generalización del Orden Simbólico, en el sentido de que aún muerto el líder muchos soldados seguían obedeciéndolo según el juramento prestado.   Por lo menos, basándonos en los testimonios de Traudl Junge, secretaria personal de Hitler, que estuvo con él hasta su desaparición física, la de su compañera Eva Braun y la de los principalísimos líderes jerarcas entre ellos la muerte de toda la familia Goebbels que así quiso evitar que sus pequeñitos vivieran en un mundo fuera del Nacional Socialismo. El relato de esta simple e ingenua mujer, la Junge,  ha sido transcripto al cine en el filme que comentamos, con rigor histórico por el notable guionista Bernd Eichinger y reconocido por los públicos por su recreación poderosa del los últimos días del Tercer Reich.     

En cambio, el régimen stronista estuvo pegado a la suela del registro imaginario. Mucha gente sirvió perrunamente por miedo. Otra  siguió al “único líder”  con la obediencia que se tiene a un padre, según el modelo del     padre de cada individuo. Para la gran mayoría la figura de Stroessner estuvo más cerca de imágenes mentales de genuflexión y otros gestos de servilismo y oportunismo, al punto que al irse el Tiranosauro, los cortesanos se declararon grandes defensores de la Democracia. En todos los casos, la autoridad del jefe, no llegó a la abstracción exigida por el Orden Simbólico sino quedó estancada en la figura del hombre histórico. Es necesario entender que el ciudadano cívicamente maduro,  no obedece a una persona determinada sino por el carácter que le otorga el cargo que ocupa transitoriamente según la Constitución Nacional. En otras palabras, el individuo es solamente un soporte material, pues es la investidura que ostenta durante un plazo fijado previamente, la que establece los lugares simbólicos, no  el personaje de carne y hueso que le pone relleno al título que ostenta.

(1) El plano intuitivo es el reino de la imagen.  La imagen es adhesiva e invasiva. También es transitoria y  evanescente. Por ello es necesario el enraizamiento  en el plano simbólico, para que nuestras vivencias no sean tan dispersas, difusas y efímeras.

(2) Los psicoanalistas  paraguayos Cesar Medina y Genaro Riera  acuñaron el  “Opá-reí” ( artículos en diario asunceno ABC , 2001)  aludiendo a la fragilidad de nuestros acuerdos, que se rompen y olvidan ante la primera dificultad..

(3) Opá –reí y vyro-reí  son dichos en guaraní. La primera se usa para expresar  que “aquí no pasó nada” y la segunda es una  expresión peyorativa que indica que uno no toma en cuenta su decir ni se toma en cuenta a sí mismo.