PRE-TEXTOS
HACIA EL TERCER ENCUENTRO DEL PSICOANÁLISIS CON LA HISTORIA Y LA CULTURA.
El síntoma de cada uno en la cultura globalizada
*Síntoma analítico y síntoma social
*Psicología de las masas y política del psicoanálisis
*El inconsciente entre lo cultural y lo singular
*Futuro del psicoanálisis en la sociedad global
16 y 17 DE SETIEMBRE
SALA MOLIERE ALIANZA FRANCESA
(MCAL. ESTIGARRIBIA 1.039 C/EE.UU.)
Asunción - Paraguay
INFORMES: (0984) 285-073, 210-382, 210-503, (0981) 965-332
La aurora del psicoanálisis
Por Christian Gómez
El psicoanálisis responde al horizonte de su tiempo al considerar como vive la pulsión cada época. Nuestra coyuntura actual interroga la existencia del inconsciente por otros discursos que dibujan el espacio de la ciudad, pero donde aún hay tiempo para que el analista diga sobre los síntomas.
Enrique Acuña
En el artículo que inaugura nuestro foro hacia el III Encuentro Enrique Acuña plantea la posibilidad de la intervención del analista en el hecho social cuando hay un silencio, límite de las interpretaciones sobre el sujeto cuando este se extrae del colectivo que es la masa social. Recién entonces, sostiene, la manifestación social del inconsciente puede interpretarse como un llamado donde el psicoanálisis responde en tanto sigue la pista de lo que no anda en cada discurso.
Así, el psicoanálisis interviene en lo social a partir de una concepción de qué es la cultura dando cuenta de que en vez de vínculos sociales más o menos estables hay síntomas, es decir algo de lo viejo en lo nuevo del mundo que perdura e insiste, es decir que tiene la duración (a)temporal del objeto de la experiencia analítica.
Podemos revisar en consecuencia estados de la ciencia y la filosofía a la hora de pensar el hecho social: según el relativismo cultural que propone entre otros Richard Rorty (Contingencia, ironía y solidaridad) la identidad es una descripción que el yo hace de si mismo según un momento dado de su historia, es decir que es contingente a ese momento histórico razón por la cual se opone a cualquier esencialismo. La identidad cambia cuando cambia la descripción no habiendo una identidad real sino meros juegos metafóricos con el lenguaje. El hecho social es aquí, entonces, contingente.
En oposición, el construccionismo (John Searle, La construcción de la realidad social) mantiene el hecho social como real articulado al lenguaje como performativo (Maneras de hacer mundos, Nelson Goodman) mientras que en Ian Hacking (La construcción social de qué?) es el propio construccionismo el que es puesto en cuestión al plantear sus clases interactivas con efecto bucle: cuando se trata del hecho social lo clasificado interactúa con la clase (cuestión retomada por el antropólogo Alejandro Grimson en Los límites de la cultura-crítica de las teorías de la identidad).
Podemos, a modo de hipótesis, situar dos ejes que organizan estas posiciones recuerriendo a las categorías aristotélicas de lo necesario vs. lo contingente. ¿Se trata de la naturaleza de las cosas (necesario) o de los juegos (contingentes) del lenguaje? Bruno Latour no sin divertirse ubica los entrecruzamientos entre naturaleza-cultura (Nunca fuimos modernos).
Del lado de la psicología queda la apelación a los símbolos de la identidad en una tradición mas conservadora cuando intenta explicar los estallidos sociales apelando a un retorno a los símbolos que se desestabilizan por la crisis (un buen ejemplo de ello es el libro de la psicóloga Silvia Bleichmar Dolor País que explica la crisis argentina de hace 10 años).
El psicoanálisis, en contraste, plantea la pregunta acerca de que hay de viejo en lo nuevo, aquello que se repite, al modo de los cometas, en los síntomas contemporáneos en tanto demuestran la conjunción en el hablante entre el lenguaje y el goce. Enrique Acuña propone para la época un sujeto de la vergüenza, cómico y posmoderno y que puede ser tragicómico lo cual puede ser afín a la experiencia analítica. Lo que subsiste es la angustia: malestar en la cultura.
Sin embargo es constatable la seducción que lo novedoso puede ejercer en tanto tal. Enseñanza de la histeria en sus camuflajes actuales (bulimia, anorexia, etc.) que envuelven lo real que escapa a cualquier intento de aprehensión científica.
La aurora del síntoma (Eric Laurent) se opone al crepúsculo de las tradiciones en tanto insiste en hacer un camino singular para cada quien en una experiencia que lo extrae de cualquier intento de aprehensión colectiva. ¿Qué enseña la experiencia analítica en su soledad y como aplicarlo? Se trata de retomar lo que ya verificaron tanto Sigmund Freud como Jacques Lacan: las consecuencias sociales del acto analítico, cuestión que fuera planteada en el envío de Mara Vacchetta.
Ahora bien, entendemos que es justamente desde la sociedad del acto analítico (Enrique Acuña) que podemos devolverle la palabra al síntoma obturado por las múltiples clasificaciones actuales con sus dispositivos de adaptación. El III Encuentro del psicoanálisis con la historia y la cultura supone una intervención del psicoanálisis y de los psicoanalistas en el espacio público señalando (como el índice del Moisés de Miguel Angel) los divinos detalles que esconde el sujeto cuando extrae un nombre del Otro del inconsciente en vez de recurrir al parche de la identidad común. Vale decir: que este planteo supone el lugar, en una ciudad, de la institución analítica como la que hace posible la transmisión de la experiencia analítica y sus efectos de-formación.
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