PRE-TEXTOS
HACIA EL TERCER ENCUENTRO DEL PSICOANÁLISIS CON LA HISTORIA Y LA CULTURA
El síntoma de cada uno en la cultura globalizada
*Síntoma analítico y síntoma social
*Psicología de las masas y política del psicoanálisis
*El inconsciente entre lo cultural y lo singular
*Futuro del psicoanálisis en la sociedad global
16 y 17 DE SETIEMBRE
SALA MOLIERE ALIANZA FRANCESA
MCAL. ESTIGARRIBIA 1.039 C/EE.UU.
Asunción - Paraguay
INFORMES: (0984) 285-073, 210-382, 210-503, (0981) 965-332
En este envío Lorena Danieluk, miembro de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones, interroga la época actual a partir de la vigencia del texto freudiano sobre el malestar en nuestra cultura.
Los síntomas testimonian de las tensiones que vive cada época entre pretensiones de generalización de las propuestas que conducen a la felicidad y los efectos singulares que muestran lo ilusorio de tal promesa.
¿Hay aquí un pesimismo del psicoanálisis respecto de la cultura? Sabemos que Freud osciló entre optimismo de las formas simbólicas de la cultura y pesimismo al constatar el retorno de un elemento más allá del principio del placer.
La hipótesis del inconciente, sin embargo, supone un encuentro del hablante con un texto privado que habla en sus síntomas y se desliza en sus sueños y que puede dar lugar a una palabra que, no ya universalizante, permita al sujeto habitar una cultura y una época.
Christian Gómez
Entre lo público y lo privado: el inconsciente
Por Lorena Danieluk.
“¿Qué es lo que los seres humanos mismos dejan discernir por su conducta, como fin y propósito de su vida?, ¿Qué es lo que exigen de ella, lo que en ella quieren alcanzar? No es difícil acertar con la respuesta: quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla…”
S. Freud “El malestar en la cultura” 1929, pág. 76.
Freud se anticipa aquí a lo que podemos considerar una lectura vigente de nuestra cultura actual. Sosteniendo como pretensión la búsqueda de la felicidad el individuo acudirá a diferentes artificios, “quitapenas” prometedores de una felicidad plena. Camino este, el de la felicidad, que cataloga de irrealizable, más aún en el sentido universal del término.
En tanto la pulsión juega su partida allí, la pretensión social de la felicidad para todos, incluso la oferta constante de modos para alcanzarla, se estrella y desaparece. Freud sostiene que cada quien deberá encontrar el camino que lo conduzca a esa bienaventuranza.
No obstante analiza, entre otras cuestiones, cómo la aglutinación del individuo con otros bajo la forma de la familia puede ser pensada como un modo de responder a la necesidad sexual genital, por lo menos en primera instancia. De este modo introduce ya una especie de transformación familiar que parte de la organización bajo la forma de tótem a un nuevo modo en donde el amor puede establecer lazos. No obstante todo emprendimiento se verá coartado, limitado por el desarrollo cultural. Se introduce así una especie de ida y vuelta por un lado el amor se contrapone a los intereses de la cultura, por otro lado la cultura ejerce sus limitaciones sobre él.
Lo público –del para todos – y lo privado – de cada quien – se entraman generando una interesante articulación.
E. Acuña, en su artículo “Dialéctica del Perjudicado y el Prestador”, muestra cómo en un contexto actual de liberalismo y biopolítica, la palabra estrés – creada por la psiquiatría después de la guerra de Vietnam - desplaza a la neurosis traumática y a la angustia. Concordante con la idea de que el trauma puede universalizarse, luego también el trauma está en el lugar de la causa, pero como causa real y externa al sujeto, y no como lo pensó Freud al modo de un exceso energético que no puede ser asimilado por al aparato psíquico, y en donde se destaca el factor sorpresa del trauma – inesperado por el yo – y la lectura retroactiva del mismo – sólo fue traumático en tanto produjo un síntoma-.
Entonces el trauma, muy a contrapelo de lo planteado por los discursos actuales, es aquí algo que no se capta y que además se organiza al modo de algo externo que se constituye como tal en tanto toca una interioridad que ya lo anticipaba.
El efecto inmediato de esta lectura de los “traumatizados”, sería una especie de boda- según lo propuesto por el autor - entre el perjudicado – victima – y el prestador de salud, donde el primero cuenta su síntoma en función de las palabras que el segundo le propone como válidas para la época, en este caso estar estresado o traumatizado, cuestión para la cual se le propone todo un aparato de tratamiento por supuesto, que promueve la felicidad y la cura milagrosa. Así Perjudicado y prestador hacen la alianza perfecta.
Ahora bien lo que escapa a este enlace, es precisamente el plus que allí se produce. En esa pareja perfecta se produce goce.
El psicoanálisis no será sin antes interpretar el discurso de la época. De este modo Enrique Acuña propone que la salida a esta especie de encrucijada, será vía el deseo, en tanto las terapéuticas actuales reducen la demanda a la necesidad.
El psicoanálisis puede intervenir allí como aquel que al promover el discurso del inconsciente, introduce al sujeto en un equívoco en donde este no sólo podrá notar que habla desde un lugar de identificación – a los significantes de una época, por ejemplo – sino que también perderá la noción de lo que dice, dirá más allá – enunciación – y es allí precisamente donde algo del deseo se irá desplazando.
En lo que considero una misma línea de lectura, Eric Laurent, en su artículo “El nombre del padre entre realismo y nominalismo”, plantea que la práctica social efectúa variaciones sobre los usos y costumbres otrora admitidos. Así la estructura de parentesco actual, por ejemplo, se rige más bien por el sistema jurídico que por la historia, además de la insistente pretensión de encontrar en investigaciones biológicas el dato último que permita garantizar y organizar el sistema de los nombres – la autoridad familiar -.
La lectura actual de nuestra cultura se ve atravesada entonces por los discursos jurídicos y técnicos – científicos. Podemos pensarlos como discursos que comandan y organizan las particularidades de una época.
En síntesis: el psicoanálisis como otro discurso, sin perder de vista el entramado discursivo actual, propone un modo diferente al de la cultura en su abordaje de lo pulsional. Es allí donde el discurso del inconsciente interviene generando una torsión en la trama en donde lo público – para todos, la cultura - y lo privado – de cada uno, la pulsión – se encuentran. No sólo porque hace jugar en el interior de la experiencia lo público, sino que también hace de una experiencia privada algo que implica un retorno del sujeto a lo público, pero diferente esta vez.
La idea Freudiana de un camino y un recorrido que será para cada uno, es precisamente en tanto el discurso del inconsciente abordara lo real pulsional vía la palabra pero no sin saber que en ese ejercicio algo quedara por fuera; será ese vacío no captado precisamente, lo que ahora quedará ubicado como causa, ya no publica, sino singular.
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