Extrañeza y extimidad*
Por Enrique Acuña
Voy a hablarles de un recorrido por la experiencia analítica a partir de sus comienzos por la angustia y el final por la pragmática del síntoma. Alguien pide un análisis a partir de proximidad de una perdida, “señal de peligro” para Freud, “signo del deseo” para Lacan, es decir la angustia como fenómeno de extrañeza. Luego pasa un tiempo explotando el sentido de las palabras a partir de sus síntomas y al final se separa de algo que es su causa, un objeto que conecta la angustia inicial con otra cosa nueva que es la causa de su deseo. Ese nuevo espacio es la extimidad donde se podría vivir con lo extraño como íntimo y viceversa, por una suerte de torsión del sujeto con el lenguaje.
Época informada
Primero es necesario diagnosticar la situación del psicoanálisis en la época del imperio de las neurociencias y de las técnicas que prometen felicidad. Pero no es la neurociencia, o la moda de las primitivas terapias conductuales, que podrían generar el fin del psicoanálisis, sino más bien es la asimilación a la cultura como lo ya establecido: la tradición de los símbolos. El psicoanálisis debería mantenerse como síntoma extraño a la cultura, y a la vez convivir en ella, perturbando su creencia de ser una buena costumbre. Hace poco tiempo conversaba con alguien que me decía que el psicoanálisis sobrevivirá siempre que haya alguien dentro de ese vasto campo cultural que diga “psicoanálisis”, subvirtiendo su uso habitual. Muchos analistas prefieren nombrarse con una “profesión” socialmente bien evaluada –psicólogo, psiquiatra, cientista social- ante la cobardía de no estar a la altura de su acto. Hoy observamos que las profesiones están afectadas por el momento histórico del valor del saber. A partir de la informática es un conocimiento como “información intercambiable” en un mercado con sus leyes, lo que no considera que solo se puede saber lo que cuesta goce.
Hacer existir el psicoanálisis es también animarse a su operación, es decir, hacer la experiencia del análisis. El sujeto no es solo un profesional sino aquel que atravesó la experiencia. Es la idea freudiana de la formación del analista, alguien que se analizó, que puede controlar sus casos, que puede estudiar la teoría pero, sobre todo, que haya llegado a saber algo acerca de su repuesta a la coyuntura de la angustia: ¿qué quiere el Otro? Alguien que quiera hallar su deseo frente al hueco abierto de la significación.
Lo social al diván
Las “crisis sociales” son un buen pretexto para algunos de hacer pasar –coartada- la causa de cada uno en la falacia de lo colectivo, creer mas en un determinismo ambiental. Así, las grandes hecatombes con ayuda del amarillismo de los medios o redes sociales, con modos apocalípticos de decir acerca de lo real, tejen la cultura actual. Crisis que hay que escribir entre comillas. Ellas tienen carácter sorpresivo, ocurren de golpe, por ejemplo, una bomba que estalla y mata gente, indudablemente ocupa las noticias del diario, nos ocupa a nosotros durante un día y a veces lo espectacular de ese instante, que es la angustia social, olvida que eso puede pasar a ser un relato teñido por la causa de cada uno. Ejemplo el sueño: se impone como extraño al yo, obliga a descifrarlo.
Germán García subrayaba el hecho que en Argentina en el año 2001, el “cacerolazo”, y la caída de un gobierno, como un instante crítico, él había tomado nota de los sueños de sus pacientes durante esa semana más o menos trágica, y casi nadie habló de lo que estaba ocurriendo afuera, de modo que cada uno tenía su estallido propio. La fantasía interna era el guante de un trauma externo, las dos caras de la misma moneda, en tanto sorpresa de un acontecimiento imprevisto. La neurosis es un modo de repetir el encuentro con ese real externo-interno.
De modo que, entre la angustia social por ese instante crítico produce, más bien, una evaluación de factores externos a los protagonistas, anulando al sujeto del inconsciente que está en juego. Por ejemplo, hablar del “trauma generalizado”, hay muchas personas que han sido afectadas, por el 11 de Septiembre en Estados Unidos por la caída de las Torres Gemelas, ¿pero qué ocurre si yo hago hablar a cada uno de los afectados? Voy a obtener un relato diferente al que hace un diario. La filosofía analítica, a partir de Searle, con su teoría del hecho social, plantea que es el contexto lo que determina su validez y su realidad. Un hecho social se interpreta según el contexto y pasa o no, a ser un acontecimiento, es decir una verdad consensuada que no miente. La angustia es algo que no miente, que nosotros cuando experimentamos angustia sabemos, tenemos la certeza, que algo no se puede nombrar, en la anulación del relato, pura experiencia de un displacer. Y ese carácter sorpresivo, inquietante, de la angustia, Freud lo relaciona con una señal del yo ante un peligro…pulsional.
Aparecidos y extrañeza
Lacan subraya que es un afecto que no miento, donde falta la falta, pero que es positivo si sirve para introducir que indica un deseo al ser señal de un real –algo innombrable- que se puede hablar. Desangustiamos cuando atribuimos una causa a esa nada, es la entrada en el análisis.
Es un trayecto que va desde la extrañeza de una imagen duplicada i (a) , luego la aparición del agujero del nombre en S (A), el Otro barrado, el refugio en una fantasía ($ ^a) luego de pasar por la castración (menos phi). Finalmente de hay una separación donde se extrae un objeto causa de deseo (a) con el que se habita en extimidad.
( - phi ) castración ($ <> a) fantasma SEPARACIÓN “a” Extimidad | S ( APARICIÓN i (a) - doble Extrañeza |
Levy Strauss en “El pensamiento salvaje” plantea esta diferencia no solamente de la mirada y de la visión sino también del lenguaje. Cuando hablamos, localizamos algunas palabras que son más importantes que otras, entonces en la escena de un mundo en neurótico da a ver sus hazañas de “lo social” pero luego esta solo en el mundo de su deseo. Efecto del inconsciente como discurso, en el registro simbólico, el sujeto se divide entre enunciado y enunciación. Cuestión muy diferente al registro imaginario del yo y su imagen especular i (a) que si se desdobla en otro, el doble, i´ (a´), colma la falta (menos phi), la satura, causando la angustia de no funcionar con un deseo de otra cosa. De ahí cierto elogio de Lacan al atravesamiento de la angustia en tanto es estructural a la función de la falta como carencia deseante.
De lo siniestro a la extimidad
Freud, en 1919, en su libro “Lo siniestro”, “lo ominoso”, o “inquietante extrañeza”, según cada traducción de la palabra alemana “Unhemlich” que condensa el prefijo “un” –negación-- con “hemlich” que refiere a “lo familiar”. La palabra “unhemlich”, lo siniestro, es la negación de lo familiar, pero mantiene su significación de una “extraña intimidad”, figura lingüística del oxímoron, lo que mantiene la antinomia.
Se trata de entrar a la casa del Otro, el inconsciente como hábitat de una alteridad que me pertenece, donde lo familiar se vuelve extraño. Así, el mejor nombre a la pulsión es su carácter de exilio interior, dónde ya nada es de uno, sin embargo es la casa de uno.
La experiencia del inconsciente es el lapsus, el sueño, el síntoma, donde alguien dice “No soy yo en ese escenario” .Es el fenómeno –los psiquiatras le llaman despersonalización- una operación donde el yo se ubica en otra escena “yo, es otro”. Pero en un análisis alguien cuenta su inconsciente determinado por alguien que lo escucha con “el poder discrecional del oyente”, el analista que invita a la asociación libre, donde eso va a querer decir algo, tiene intención de significación. No hay ningún equivoco en la angustia, sin embargo si eso se vuelve un síntoma empieza a ser descifrable.
Sin embargo es muy interesante que la psiquiatría- en su manual clasificatorio, haya reducido la angustia a síndromes, a trastornos, disolviendo la clínica clásica a favor de la pastilla. ¿Qué es el ataque de pánico? “Pánico”, si buscan en el diccionario, es algo que ocurre a la multitud, en una cancha de fútbol “la gente” entra en pánico, no hay ningún “alguien” tratando la escena de ese mundo. En “La psicología de las masas y análisis del yo”, Freud atribuye al grupo una identificación propia de rasgos visuales, no rasgos de palabra. Quiere decir que la palabra ahí ha sido anulada en su función de rasgo que marca un cuerpo y predomina la imagen que es un señuelo que esquiva las identificaciones simbólicas.
Los ojos del ojo Nataniel
En el fenómeno del doble, tan frecuente en la literatura fantástica, como la que apela Freud en los cuentos de E.T. Hoffmann a algo a lo cual nos identificamos. EL hombre de la arena remite a un universal complejo de castración. El cuento habla de Nataniel, un niño que recuerda una angustia infantil, cuando por las noches visita a su padre un amigo que se llama Coppelius, quien se sienta junto a su padre al lado de un fuego. El niño había escuchado de su madre la amenaza que si no dormía temprano, vendría “el hombre de la arena” y le sacaría los ojos. Esa amenaza hace que, cuando aparece Coppelius tirando unas brasitas al fuego, él cree que Coppelius es el Hombre de la Arena, tirando sus ojos arrancados al fuego.
Pasan muchos años, ya estudiando en la universidad, se encuentra en una plaza con alguien que –ahí esta la raíz significante- se llama “Coppola”.“Copp” es lo que lo une a Coppelius. Coppola es un oculista que vende objetos de la óptica. Entonces ese óptico dice “Bueno, si no vas a comprar las gafas, al menos tengo bello oco”, que Freud prefiere ponerlo en italiano porque remite, de alguna manera, a esos ojos –objeto extraíble del cuerpo como las heces- que podría haber arrancado el hombre de la arena. La amenaza de castración se activa en la angustia actual.
La angustia es “ante” ese peligro externo pero estaba de “antes” en la historia del sujeto. Retroacción del objeto de la angustia, -como el objeto de un amor (agalma) que se pierde- se pasa al objeto perdido, causal (palea), dice J.-A.Miller. Es una anterioridad lógica, en una causalidad temporal del verbo en un “habrá sido siendo”, del futuro anterior.
Retroactivamente, la neurosis aparece en dos tiempos. El adulto tiene en este encuentro con el significante (Coppola-Coppelius), la figura de la amenaza de castración de un padre. Luego el remate final: Nataniel está con su novia y compra unos largavistas, que le permiten ver en el balcón vecino la hija de un profesor. Ese profesor se dedica a fabricar cosas automáticas, relojes, que por animismo se vuelven autómatas como la muñeca Olimpia. Nataniel ve en ella a la hija del profesor, ve una figura de una mujer como si fuera una muñeca viva, entonces él se enamora de esa mujer que no sabe decir muy bien quién es. Pero al cual lo que observa desde el balcón, desde lejos, es que los ojos se le pueden sacar a esta muñeca, como a él en su fantasía de castración. Pasa un tiempo, se va a una plaza, sube unas escaleras que llevan a lo alto de un campanario con su novia y, de golpe, mirando la plaza ve a Coppelius en Coppola, extrañeza del doble en dos vertientes: a partir del significante y a través de los ojos de Olimpia él puede ser arrancado de sus propios ojos. Unheimlich, siniestro, Nataniel va a arrojar a la novia del campanario. Viene alguien, la salva y termina él tirándose a la plaza. Objetivado en lo que cae.
Freud en este cuento demuestra un desdoblamiento en el nivel significante y un desdoblamiento en el nivel imaginario. Lacan en el seminario X, La angustia introduce la extrañeza, en el nivel perceptivo -lo que provoca un fenómeno de afanisis imaginaria, donde se duplica la imagen del yo en el otro i (a). Lo que le ocurre a Nataniel es eso, ve en Olimpia sus ojos en pérdida. Y termina arrojándose él, o sea no es un ojo que se pierde sino que es todo él el que se pierde en el acto suicida.
Falta una palabra para nombrar ese objeto “ante” el sujeto, ahí viene a presentificarse algo suplementario, un más, que es en este caso de la despersonalización imaginaria es la aparición de un otro. Aparece i (a) desdoblado ahí donde tendría que estar menos phi, o sea la castración imaginaria. Entonces i (a)´ tapona menos phi´, luego falta la falta.
En las psicosis, donde un esquizofrénico puede decir, como hace la paciente que dibuja un árbol con unos ojos y dice “Io sono sempre vista”, se le pregunta ¿Usted es siempre vista? Y le contesta “No, yo soy la vista” De modo que ella no hace la operación de una escena que esta a ver y hay otro que la mira como un actino, sino que ella es el ojo mismo que mira el mundo, de modo que se objetaliza.
En la neurosis, si hay análisis la angustia se transforma –si sabemos operar con la interpretación- en un síntoma, desangustia porque permite una atribución causal, que es correlativa al sentimiento de culpa.
Ahí Lacan introduce la dialéctica de los dones: “Dar lo que no se tiene…” en el amor, falta en la deuda. Oposición de juegos en la histérica cuando da sus “pequeñas nadas”, ahí donde el obsesivo –dador universal- sueña con taponar con su oblatividad, aunque quede en deuda desde la economía del tener. Pero ceder su objeto de angustia en el análisis supone para el neurótico, que ella no vale más que eso, lo que se puede saber del deseo y luego implica habitar su falta en ser.
Con el síntoma se hace relato, por ejemplo alguien viene y dice “No puedo dejar de drogarme”. Luego: “Yo no le pido que usted se drogue”. Entonces: “Ah, usted no me pide que yo deje de drogarme!” Es un equívoco, entramos en un malentendido. Pero operatorio porque el equivoco permite salir del agujero que se abrió en el inconsciente.
El chiste de la libra de carne
Extimidad es un neologismo inventado por Lacan que condensa “exterioridad” e “intimidad”. Entonces al final de un análisis deja de ser una operación de pura intimidad como una confesión o una extrañeza, se puede recién habitar algo que me pertenece pero, a la vez, empiezo a operar en el mundo –quiero decir en la sociedad- con lo que antes era rechazado. No se trata de la vulgata psicológica de “asumir el síntoma” sino que sabe hacer con él como una pragmática.
Mi pecado dejo de ser pecado, no es la absolución cristiana, es que hay un alivio de la angustia y del síntoma, es un efecto terapéutico. A la vez hay un efecto sobre el lenguaje, donde surge el buen chiste como agudeza articulada. Es la estructura del witz. La escuela que crea Lacan incluye un dispositivo “pase” donde cada uno va a contar cómo invento su singular salida a la angustia, al síntoma y es un relato en forma de witz.
Esto quiere decir que el psicoanálisis provoca el desplazamiento de lo imaginario a lo simbólico y luego a lo real. Lo real quiere decir: algo con el cual tengo que empezar a hacer otra cosa. No es lo mismo sufrir de un apellido por mi padre, heredado de mi padre, que hacer de eso la divisa del deseo de analizar, el deseo del analista.
Hay un cambio de sentido en el pasaje de lo trágico de los comienzos a algo cómico final, pero ¿cómo podría uno burlarse de su propia caída?, otro oxímoron como unheimlich es tragicómico, en tanto junta dos palabras: lo trágico con lo cómico. Entonces salimos de un análisis transformando la tragedia en la parodia. Decimos “tragicómico”, sin olvidar que hubo una tragedia pero podemos hacer con ella un witz, una agudeza, podemos decir algo justo antes que ceder la angustia con un trozo de real biológico, con un realismo del fragmento del cuerpo, sin pagar la libra de carne como en “El mercader de Venecia” de Shakespeare. Referencia de Lacan en su seminario cuando dice de esta comedia:
“Viene muy bien para recordarnos que la ley de la deuda y el don –este hecho social total, como lo expresó Marcel Mauss –(…)no le debe su importancia a ningún elemento que podamos considerar como tercero, en el sentido de un tercero exterior –intercambio de las mujeres o de los bienes, como lo recuerda Lévi-Strauss en sus Estructuras elementales — sino que lo que está en juego en el pacto no puede ser y no es mas que la libra de carne, que debe ser tomada como dice el texto de El Mercader, de muy cerca del corazón”
En esa obra, la trama se teje cuando Antonio, el mercader, pide dinero prestado a Shylock, el prestamista judío que vive en el gheto de Venecia, en siglo XVII con un pacto extraño. El prestamista funciona como aquel que exije que si no devuelve el dinero en un plazo de seis meses, deberá pagar con la libra de carne (flesh). Una libra de carne tomada cerca del corazón. Y Antonio, el que toma el dinero prestado para su amigo que viaja a seducir a la princesa de los tres cofrecillos, no cumple.
La salida cómica a lo trágico es que este Antonio al no saldar su deuda, se somete a un juicio publico en Venecia y el prestamista dice “Vengo a cobrar, debe devolver con su libra de carne, como pactamos.” La solución ingeniosa bajo la pluma de de Shakespeare es que la dama que estaba en juego, la princesa, viene de su isla, se disfraza de abogado y defiende a Antonio. Hace un planteo ligado a las leyes de la época, donde argumenta que para sacar esa libra de carne tan cerca del corazón, como dice el contrato, debe ser sin plus: “Cóbrese, el prestamista del mercader, una libra de carne porque éste no pago” pero agrega: “Atención! si usted derrama una gota de sangre sobre el suelo veneciano de más, que no es la libra de carne en deuda, usted pasa a ser inculpado, por cobrar de más.” Eso convence a los jueces que están ahí y el prestamista retrocede y es castigado por fraude. Entonces hubo una agudeza. Es decir que la salida que le da Shakespeare, permite un buen joke, permite que haya una articulación de lo simbólico en lo real.
Final y salida de la angustia, donde el objeto real del cuerpo, el recorte de carne, como un ojo, una boca, las heces, ya se vuelve irreal y verdadero al tomar la consistencia de un elemento separado del lenguaje. Ahora, es la risa del Otro que libera un afecto diferente a la angustia inicial. Ese objeto que surge como lo mas propio de la extimidad y se escribe (a).-
(*)- Este texto abrevia la conferencia dada en Asunción, Paraguay, el Sábado 17 de Septiembre de 2011 con el título “La angustia social y el síntoma en el diván”, en el marco del III Encuentro del psicoanálisis con la historia y la cultura, convocado por Asociación Psicoanalítica Paraguaya Arandú (A.P.P.A.), la Asociación de Psicoanálisis de La Plata (A.P.L.P.) y la Asociación de Psicoanálisis de Misiones (A.P.M.). Desgrabación Germán Tor, corregido y resumido por Enrique Acuña.
Notas bibliográficas:
(1) - García, Germán: Actualidad del trauma. Ed. Grama, Bs.As., 2005.
(2) - Miller, J.-A.: La angustia lacaniana. Ed. Paidos, Bs.As., 2007.
(3)- Lacan, J. El seminario, libro X, La Angustia. Ed. Paidos, Bs.As. 2006.
(4)- Freud, S.: Lo siniestro. O.C. tomo 3. Ed Biblioteca Nueva, 1981.-.
(5)- Shakespeare, W.: El mercader de Venecia. Ed. Planeta, Barcelona, 1994
(6)- Hoffmann, E.T.: Cuentos I. Ed. Alianza, Madrid, 1985
Asociación de Psicoanálisis de Misiones (APM), Posadas, Primavera 2011.
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