Soy la fotografía de un
desaparecido
Uno aprende a apreciar
pequeñas libertades no reconocidas como caminar por el barrio y llevar el tereré, o
tomarse un paseo por la mañana y caminar en un lugar transcurrido como el
centro de Asunción y observar a la gente que pasa.
Cuando la contemplación se hace hábito, se puede
apreciar mucho con los ojos y los oídos mientras se ve en vivo la idiosincrasia
de los paraguayos. Uno conecta el cómo y por qué de una sociedad cuando la ve
en su hábitat. En nuestro caso, se trata de una sociedad
recuperándose de los traumas de la brutalidad silenciosa de una dictadura que, algunas
veces, parece no haberse ido nunca. Una sociedad que hierve por las
irregularidades de una democracia que nunca ha llegado. Una sociedad que
se apaga con el simple olvido y entra en el limbo de su propia historia, una
historia repetida pero con distintos rostros.
Los valores de nuestra sociedad tan enraizados a la
religiosidad católica como a la superstición y mística guaraní, se fusionan y fundan aberraciones en la subjetividad de cada
uno. De este modo, con qué insolencia pretendemos hacer una reproducción
social de los mismos modelos occidentalizados que la generación de la
dictadura recreaba en los colegios, ministerios, secretarías, universidades y hospitales
!. Todos estos dispositivos aparentemente tan consolidados, nos han ido alienando y
producido: nos llaman sujetos de derecho, sin habernos siquiera preguntado.
Ahora bien, para entender
cómo se manifiestan las tecnologías del
yo, en la identidad paraguaya, es necesario pasar por la dictadura. Pero en vez
de quedarnos ahí, hacer un acercamiento al liderazgo y personificación del
General Stroessner. Claramente se puede verlo reflejado a través la
masculinización del poder en todo su esplendor o incluso verlo como absoluto,
abnegado y dominante.
Pensar con elementos
simbólicos sexuados también es pensar con Michel Foucault. Si se puede hablar
de masculinización del poder, se puede hablar de normativizaciones sexuadas, como efectivamente los factores de sexo e
identidad están normalizados. Por ende, toda expresión de la masculinidad que
no encaje con el ideal militarizado y supremo del dictador, no es válido o por
lo menos no es deseado dentro de la idiosincracia tradicional-stronista en la que no hay espacio
para la pasividad. ¿Cómo pueden fluctuar nuevas identidades así?
¿El no ser o considerarme heterosexual me convierte en homosexual? Si el sexo y
la identidad no son más que convenciones sociales que me hacen ser interpretado como masculino/femenino. ¿Cómo se
organizan entonces los cuerpos y pasan a ser sexuados? Largos
antecedentes de adoctrinamiento datados ya desde el mundo antiguo evidencian que la heterosexualidad monogámica se tuvo que imponer. La normatividad (o la normalidad como hoy la
conocemos) fue implacable contra los campesinos, los forajidos, los herejes y en especial contra las mujeres.
Con toda la información que
hay a disposición, con toda la evidencia de dominación disfrazada y con los
engaños de la especularidad. ¿Por qué siguen las personas deseando el matrimonio y
tener hijos?
“El matrimonio es el
organizador de la sexualidad”: y mediante el matrimonio se subsume la familia,
sagrada institución del capitalismo. Occidentalización sacrosanta que nos
inyecta repetidamente la iglesia, máximo benefactor ideológico del poder y
maestra en la producción de subjetividades desde que el tiempo es tiempo. Otra
disciplina más actual que entendió perfectamente la producción de ejércitos obedientes
es el marketing: siempre expectante a
las fluctuaciones del mercado,
pastoreando a las masas mediante la producción de deseos. Una época donde las
sensaciones están mediadas por la tecnología Smartphone y las redes sociales.
Muchos de los restos psíquicos no dichos dentro de lo hablado van tomando
revancha en la nueva sociabilidad digital. La expresión social va ampliando sus
fronteras y complejizándose. Redes sociales como Snapchat, popularizaron la
necesidad de ser visto. Nunca se expresó tan bien el
narcisismo, la banalidad y lo irrelevante como por medio de las aplicaciones
actuales.
Con esto, se cotidianiza lo incotidianizable, se revela todo lo que
alguna vez estuvo en negativo. El filósofo Byung Chun Han ya decía que estamos
pasando por una crisis de transparencia: todo se ve y es revelado por
un flash frontal dentro de esta nueva fase de la posmodernidad.
"Si queremos generar nuevos paradigmas y
líneas de fuga, primero debemos pasar a ser patéticos"
Existían en el mundo
antiguo, escuelas del pensamiento ambulantes que evidenciaban la relación del
movimiento y el pensamiento. Tomarse un paseo en el jardín mientras se ejercía
práctica de la filosofía era una actividad asidua de los seguidores de Aristóteles:
los peripatéticos fueron un conocido ejemplo.
De los peripatéticos viene
la palabra patético que por definición es la
capacidad de realizar movimientos y agitar el ánimo mediante la
producción de afectos. En la actualidad lo patético pierde su definición prima y
adquiere un sentido más bien peyorativo: lo cual no me parece una casualidad muy
inocente que en la actualidad las palabras de repente adquieran un nuevo sentido..
Así sucede también con la
palabra sofista. En la Grecia antigua un sofista era un sabio que se
dedicaba a enseñar e instruir a los campesinos para ocuparse en los asuntos
políticos de ese tiempo. Muchos políticos y militares tiranosáuricos simpatizantes de la
dictadura stronista aquí en Paraguay utilizaban este término para denostar e indicar que
alguien era un embustero, principalmente dentro de los asuntos políticos.
¿Quién es el falaz y quién es el sofista? Generalmente era una lucha de egos
gigantes que no tenían fundamento propio.
Lo que sí puedo aseverar es
que Barthes tenía razón, la lengua es fascista. Nuestras palabras están tan acotadas
en nuestra dialéctica que se sirve de unas cuantas frases seguras y silenciosas que no llevan a nada, quizás
rematando un humor ácido salido de nuestros pukarâ. * (chistes)
"Soy
América latina, un pueblo
sin piernas pero que camina"
Me estuve informando acerca de las crisis y
batallas por la tierra y las semillas libradas en la India: lo cual según veo,
trajo consigo más desigualdad y desequilibrio (los campesinos hasta ahora
se siguen suicidando por endeudamiento). Con la agenda neoliberal
instaurada directamente desde la Casa blanca a la India durante los 90s, los conflictos
campesinos-globalización no se hicieron esperar. Como si los indúes ya no hubiesen tenido lo
suficiente con la corrupción y depredación efectuadas durante el Raj Británico.
Lo que ya acontecía en la India es lo mismo que nos
está sucediendo en América Latina: tierras con tantas riquezas naturales, pero
gobiernos corruptos que se enriquecen a costa de la desigualdad y explotación
indígena/campesina. ¿qué realmente significó esa década para la política
que se estaba desencadenando y la que quizás hoy en día nos interpela más que nunca? ¿Cómo
se vivió la agenda neoliberal ya instaurada en Paraguay y el resto de la América latina en su tránsito a la “democracia” de ese entonces? ¿Por qué fracasó el
populismo característico de los 2000s en América latina?
El poder: un ente en sí mismo,
va sofisticándose y adquiriendo
nuevas formas en el tránsito a la era de la globalización. El latifundio, la
desigualdad, la irregularidad agro-industrial, el cambio climático y las crisis
económicas se nos vienen encima, productos del desarrollismo indiscriminado. El poder como dice Foucault
es molecular, agroquímico e industrial: Monsanto Company mediante, uno de las firmas
que más ha dado qué hablar desde la guerra de Vietnam. La multinacional que
produce armas biotecnológicas es la misma en encargarse de alimentar a medio
mundo (ya desde ahí uno tiene que empezar a dudar de ciertas cosas)
Lejos de los primeros pasos neoliberales
de los 90´s y de la crítica primera década de los 2000´s, imaginar un mundo
distinto posible es no saber lo muy subyugados que estamos ante la gran
violencia depredadora que ejerce el poder.
Desconocemos los distintos canales por donde se despliega, ignoramos su
procedencia y su influencia que lleva años entretejiéndose en la historia de
cada nación.
La cuestión a postular hoy
es: cómo fugar. Y una de las líneas de fuga es reconocer las trampas
que este nuevo capitalismo cognitivo y globalizado trae consigo. Quizás las respuestas están
más claras que nunca, solo es cuestión de echar un vistazo al pasado.
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