jueves, 9 de marzo de 2017

Soy la fotografía de un desaparecido



Soy la fotografía de un desaparecido 




Uno aprende a apreciar pequeñas libertades no reconocidas como caminar por el barrio y llevar el tereré, o tomarse un paseo por la mañana y caminar en un lugar transcurrido como el centro de Asunción y observar a la gente que pasa.  

Cuando la contemplación se hace hábito, se puede apreciar mucho con los ojos y los oídos mientras se ve en vivo la idiosincrasia de los paraguayos. Uno conecta el cómo y por qué de una sociedad cuando la ve en su hábitat. En nuestro caso, se trata de una sociedad recuperándose de los traumas de la brutalidad silenciosa de una dictadura que, algunas veces, parece no haberse ido nunca. Una sociedad que hierve por las irregularidades de una  democracia que nunca ha llegado. Una sociedad que se apaga con el simple olvido y entra en el limbo de su propia historia, una historia repetida pero con distintos rostros. 

Los valores de nuestra sociedad tan enraizados a la religiosidad católica como a la superstición y mística guaraní, se fusionan y  fundan aberraciones en la subjetividad de cada uno. De este modo, con qué insolencia pretendemos hacer una reproducción social de los mismos modelos occidentalizados que la generación de la dictadura recreaba en los colegios, ministerios, secretarías, universidades y hospitales !. Todos estos dispositivos  aparentemente tan consolidados, nos han ido alienando y producido: nos llaman sujetos de derecho,  sin habernos siquiera preguntado.

Ahora bien, para entender cómo se manifiestan las  tecnologías del yo, en la identidad paraguaya, es necesario pasar por la dictadura. Pero en vez de quedarnos ahí, hacer un acercamiento al liderazgo y personificación del General Stroessner. Claramente se puede verlo reflejado a través la masculinización del poder en todo su esplendor o incluso verlo como absoluto, abnegado y dominante. 



Pensar con elementos simbólicos sexuados también es pensar con Michel Foucault. Si se puede hablar de masculinización del poder, se puede hablar de normativizaciones sexuadas, como  efectivamente los factores de sexo e identidad están normalizados. Por ende, toda expresión de la masculinidad que no encaje con el ideal militarizado y supremo del dictador, no es válido o por lo menos no es deseado dentro de la idiosincracia tradicional-stronista en la que no hay espacio para la pasividad. ¿Cómo pueden fluctuar nuevas identidades así? 

¿El no ser o considerarme heterosexual me convierte en homosexual? Si el sexo y la identidad no son más que convenciones sociales que me hacen ser interpretado como masculino/femenino. ¿Cómo se organizan entonces los cuerpos y pasan a ser sexuados? Largos  antecedentes de adoctrinamiento datados ya desde el mundo antiguo  evidencian que la heterosexualidad monogámica se tuvo que imponer. La normatividad (o la normalidad como hoy la conocemos) fue implacable contra los campesinos, los forajidos, los herejes y en especial contra las mujeres.  

Con toda la información que hay a disposición, con toda la evidencia de dominación disfrazada y con los engaños de la especularidad. ¿Por qué siguen las personas deseando el matrimonio y tener hijos?  

“El matrimonio es el organizador de la sexualidad”: y mediante el matrimonio se subsume la familia, sagrada institución del capitalismo. Occidentalización sacrosanta que nos inyecta repetidamente la iglesia, máximo benefactor ideológico del poder y maestra en la producción de subjetividades desde que el tiempo es tiempo. Otra disciplina más actual que entendió perfectamente la producción de ejércitos obedientes  es el marketing: siempre expectante a las fluctuaciones del  mercado, pastoreando a las masas mediante la producción de deseos. Una época donde las sensaciones están mediadas por la tecnología Smartphone y las redes sociales. Muchos de los restos psíquicos no dichos dentro de lo hablado van tomando revancha en la nueva sociabilidad digital. La expresión social va ampliando sus fronteras y complejizándose. Redes sociales como Snapchat, popularizaron la necesidad de ser visto. Nunca se expresó tan bien el narcisismo, la banalidad y lo irrelevante como por medio de las aplicaciones actuales.  

Con esto, se cotidianiza lo incotidianizable, se revela todo lo que alguna vez estuvo en negativo.  El filósofo Byung Chun Han ya decía que estamos pasando por una crisis de transparencia: todo se ve y es revelado por un flash frontal dentro de esta nueva fase de la posmodernidad.  

"Si queremos generar nuevos paradigmas y líneas de fuga, primero debemos pasar a ser patéticos" 

Existían en el mundo antiguo, escuelas del pensamiento ambulantes que evidenciaban la relación del movimiento y el pensamiento. Tomarse un paseo en el jardín mientras se ejercía práctica de la filosofía era una actividad asidua de los seguidores de Aristóteles: los peripatéticos fueron un conocido ejemplo.  

De los peripatéticos viene la palabra patético que por definición es la capacidad de realizar movimientos y agitar el ánimo mediante la producción de afectos. En la actualidad lo patético pierde su definición prima y adquiere un sentido más bien peyorativo: lo cual no me parece una casualidad muy inocente que en la actualidad las palabras de repente adquieran un nuevo sentido. 

Así sucede también con la palabra sofista. En la Grecia antigua un sofista era un sabio que se dedicaba a enseñar e instruir a los campesinos para ocuparse en los asuntos políticos de ese tiempo. Muchos políticos y militares tiranosáuricos simpatizantes de la dictadura stronista aquí en Paraguay utilizaban este término para denostar e indicar que alguien era un embustero, principalmente dentro de los asuntos políticos. ¿Quién es el falaz y quién es el sofista? Generalmente era una lucha de egos gigantes que no tenían fundamento propio. 

Lo que sí puedo aseverar es que Barthes tenía razón, la lengua es fascista. Nuestras palabras están tan acotadas en nuestra dialéctica que se sirve de unas cuantas frases seguras y silenciosas que no llevan a nada, quizás rematando un humor ácido salido de nuestros pukarâ. * (chistes)

"Soy América latina, un pueblo sin piernas pero que camina" 

Me estuve informando acerca de las crisis y batallas por la tierra y las semillas libradas en la India: lo cual según veo, trajo consigo más desigualdad y desequilibrio (los campesinos hasta ahora se siguen suicidando por endeudamiento). Con la agenda neoliberal instaurada directamente desde la Casa blanca a la India durante los 90s, los conflictos campesinos-globalización no se hicieron esperar. Como si los indúes ya no hubiesen tenido lo suficiente con la corrupción y depredación efectuadas durante el Raj Británico. 


Lo que ya acontecía en la India es lo mismo que nos está sucediendo en América Latina: tierras con tantas riquezas naturales, pero gobiernos corruptos que se enriquecen a costa de la desigualdad y explotación indígena/campesina. ¿qué realmente significó esa década para la política que se estaba desencadenando y la que quizás hoy en día nos interpela más que nunca? ¿Cómo se vivió la agenda neoliberal ya instaurada en Paraguay y el resto de la América latina en su tránsito a la “democracia” de ese entonces? ¿Por qué fracasó el populismo característico de los 2000s en América latina?  

El poder: un ente en sí mismo, va sofisticándose y adquiriendo nuevas formas en el tránsito a la era de la globalización. El latifundio, la desigualdad, la irregularidad agro-industrial, el cambio climático y las crisis económicas se nos vienen encima, productos del desarrollismo indiscriminado. El poder como dice Foucault es molecular, agroquímico e industrial: Monsanto Company  mediante, uno de las firmas que más ha dado qué hablar desde la guerra de Vietnam. La multinacional que produce armas biotecnológicas es la misma en encargarse de alimentar a medio mundo (ya desde ahí uno tiene que empezar a dudar de ciertas cosas) 

Lejos de los primeros pasos neoliberales de los 90´s y de la crítica primera década de los 2000´s, imaginar un mundo distinto posible es no saber lo muy subyugados que estamos ante la gran violencia depredadora que ejerce el poder. Desconocemos los distintos canales por donde se despliega, ignoramos su procedencia y su influencia que lleva años entretejiéndose en la historia de cada nación.  

La cuestión a postular hoy es: cómo fugar. Y una de las líneas de fuga es reconocer las trampas que este nuevo capitalismo cognitivo y globalizado trae consigo. Quizás las respuestas están más claras que nunca, solo es cuestión de echar un vistazo al pasado. 





Jonathan Zamphirópolos, 
Miembro de Arandú Psicoanalítico. 
Asunción , febrero 2017



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