En esta
oportunidad publicaremos un extracto correspondiente a la obra "La hora
de San Blas" de Mara Vacchetta Boggino, contenido en el apartado
II "El ciudadano y la Ley que no opera", el capítulo " Dos tipos
de despotismo" de la citada obra. A
continuación leerán una introducción al tema por parte de la autora y
seguidamente la exposición de los “Dos Tipos de Despotismo"
Introducción
“Latinoamèrica es un continente lleno de
esperanzas y de grandes desilusiones también . Una de las causas mas repetidas
de fracasos es que nuestros organismos estatales carecen de solidez a
causa de que campean los intereses coyunturales sobre la obediencia a la Ley.
Se puede afirmar entonces sin temor a errar que en las Instituciones patrias
campean intereses coyunturales de sujetos ególatras, en vez de la legalidad
según la Constitución Nacional y según la normatividad de cada ente público. Y
seguramente éste es el principal motivo de nuestro atraso para entrar con
holgura en la cabalgata del Tercer milenio.
Hemos vivido pocos días atrás un
tremendo malestar ciudadano porque muchos políticos "casi sacaron los
pies del plato". Y en honor a la verdad, debemos destacar el papel
protagónico de la juventud, que estuvo aplaudiendo ó censurando, según el zigzagueo de nuestras autoridades, hasta el feliz desenlace... Este
trance, nos lleva a pensar que siempre debemos estar vigilantes para hacer
respetar la Carta magna paraguaya, que es la Red Simbólica
en cuyo andamiaje nos movemos...”
Dos tipos de despotismo
I - Hitler y Stroessner
Un pueblo empieza a repensar
su historia después de la debacle. Es así como vimos “La caída“ (2005),
película que trata de los últimos 12
días de Adolf Hitler ,dirigida por
Oliver Hirschbiegel y
protagonizada por Bruno Ganz.
Aún muerto Hitler, los
combatientes se aprestaban a morir porque así le juraron al jefe. Había gente sensata que les decía “sálvense, el líder ha muerto y no tiene
ningún sentido presentar batalla” y los jóvenes decían “es que le juramos al jefe nunca rendirnos,
mejor morir”. (Tal vez para algunas
mentes ñoñas debamos aclarar que nuestro respeto no se extiende a los criminales de guerra nazis que estaban
al lado del jefe porque saliendo del búnker iban a ser “carne de horca”, como
de hecho lo fueron en el famoso juicio de Nuremberg sino a un sinnúmero de
jóvenes que equivocadamente habían puesto en Hitler su ideal.)
Es impresionante constatar
cómo un pueblo para quien tiene valor la palabra dada, se recompone de sus
ruinas y hoy es otra vez una nación,
rica y poderosa. Observarás con nosotros que si muerto el líder la gente aún queda
comprometida a su juramento, es que el
líder era solo un escalón visible detrás del cual la Ley había llegado a un
nivel de abstracción, regulación y autonomía característico del Orden simbólico. Pero no es menos cierto
que la imposibilidad de sospechar siquiera los errores de la
palabra promulgada (en efecto, les resultaba inimaginable que la Ley
depositada en su líder fuera falible),
llevó a sus habitantes a las cenizas humeantes del Berlín del 1945. En otros términos, no se puede ignorar que toda
obligación humana es limitada al
punto que siempre son necesarias las
interpretaciones según el caso, dado que ninguna ordenanza puede contemplar
todas las eventualidades.
Entendemos que la diferencia entre el nazismo y el stronismo (neologismo que
alude al modo de vivir en época del dictador
Stroessner), es que por
equivocada que fuera, en el caso de muchos jóvenes nazis la Ley era vivida autónomamente, mientras
que en el caso stronista, la Ley
necesitaba de la presencia física del
hombre fuerte. Según el relato de la secretaria de Hitler en que se
basa la película comentada, más allá de los cobardes, rastreros, lamebotas,
cínicos, pervertidos, criminosos, sinvergüenzas y malhechores de toda laya,
otros partidarios dispuestos a morir, lo
hacían porque practicando una vida
normativizada según reglas,
tenían la equivocada idea de que la autoridad humana es absoluta como si fuera la autoridad divina. Lo que sin embargo admiramos en ellos es la
disciplina hecha carne, pero de ninguna manera la ilusión teutona de que la legalidad humana fuese sin
fisura alguna! En cambio en nuestras tiranías pintorescas
latinoamericanas (Rojas Pinilla, Trujillo, Papá Doc¸ Batista, Stroessner, Somoza
Debayle) nos movemos en el registro intuitivo de la sumisión al caudillo
mientras no nos parece que hayamos
accedido a inscribir totalmente la Ley
en el Orden Simbólico. Este
Orden Simbólico consiste en el tejido de permisiones y prohibiciones
elementales no escritas que cumplimos en
la vida de familia desde la infancia, y luego las normas y reglamentos escritos que rigen la
vida adulta practicada en comunidades
cada vez más amplias que dan un marco a la vida del humano civilizado.
II- El
caudillo gobernante y el padre de la
Patria
La creencia en la plenitud
infinita del precepto llevó al nazismo a su ruina pero notamos que había abstracción, había distancia entre el líder
como figura concreta y la autoridad que emanaba de él al punto que ante su
desaparición física, no se produjo un desbande sino que sus soldados siguieron
identificados entre sí en una cohesión según su ideología (siempre siguiendo el
testimonio de la secretaria de Hitler que es la fuente para la película
comentada , testimonio que consideramos
válido porque coincide con otras lecturas que hicimos sobre la segunda guerra
mundial). En cambio en nuestros casos latinoamericanos, el súbdito mil veces se
subordinó al líder de carne y hueso, al sujeto histórico a quien no veía como
intérprete del poder legítimo, sino que él era ese poder en concreto. Por ejemplo, el acatamiento a
Stroessner en Paraguay, estaba en el
plano de las imágenes de apego o antipatía partidarios y de los miedos atávicos y viscerales. En el
stronismo el precepto no llegó al nivel de abstracción necesario para tener
la potestad y autonomía del símbolo. El acatamiento al tirano se estancó
nomás en imágenes de compadrazgo, de nueras, yernos, cuernos y amantes; de
vínculos de odios, amores, simpatías y antipatías. De temores al estilo “sháke” y de seducciones y adulonerías
para conseguir ventajas.
El “padre de la patria” no fue
para la cosmovisión del “stronismo”,
de ninguna manera el padre abstracto
que vive en nuestras mentes en
forma de reglas y de normas. No fue el “Padre” que pregonan los psicoanalistas,
fuera de la vida temporal y concreta,
sino el gobernante concreto, temido y amado como proyección del padre individual,
a quien queremos y odiamos. Fue la
imagen poderosa del progenitor que
desplazamos en la autoridad
máxima de la nación ( el tirano en este caso), en quien depositamos los
emblemas de la heráldica familiar!. Y nos
aventuramos a generalizar que para una
inmensa cantidad de países en el mundo, la relación del sujeto con la autoridad no pasa por la sumisión a la
Ley representada por la Constitución
Patria, sino por la subordinación a la persona tangible del jefe de gobierno. Dicha conducta no
concierne a los ideales ni al respeto a las instituciones
pues no existe un más allá de la
presencia individual del caudillo.
El vínculo con la autoridad es con el
hombre que soporta la investidura
presidencial. Debiendo tal investidura, trascender a la persona histórica que lo encarna durante un período de gobierno y
que provoca nuestro respeto independientemente de que quien lo
ejerza, no esté a la altura de la misma. Por eso es tan
necesario no olvidar los abusos
de poder en un país a fin de entender en qué medida el Amo lo perjudicó y en qué
medida los habitantes del país se lo permitieron.
Joven, hicimos esta pequeña
digresión sobre el padre de cada familia, para mostrarte que muy fácilmente le
atribuimos a las autoridades de nuestra
comunidad o nuestra nación, los blasones paternos. El habitante de varios países del
mundo, sigue operando ante el canon de
su agrupación política , ante las
órdenes de su líder ó incluso ante la
constitución patria , en el plano intuitivo(1) de las imágenes
parentales , sin el más allá de los ideales que trascienden a
quien contingentemente ejerce el
poder. Por ello, cuando el mandamás
desaparece físicamente, el vasallo
libre de ataduras opera según otras conveniencias. Cambia camaleónicamente
(“cambia de colores según la ocasión”) y se convierte en un gran demócrata. Por eso decimos que estamos inmersos en el “opá-reí “ (2). Hemos obedecido por miedo, amor u oportunismo ante un dictador . Nosotros folclóricamente practicamos el opá – reí y el vyro-reí (3) y no nos comprometen los acuerdos
asumidos mientras hacemos lo que nos
parece más ventajoso dejando desairados
a aquellos a quienes dimos la palabra. Es la modalidad “pocarê”: vida fuera del orden
consensuado, falta de respeto al
semejante y en casos graves, caos público.
III .- Diferencias y semejanzas de ambos regímenes
Los dos tipos de despotismo
que estudiamos, el stronismo y el nazismo, han devastado subjetividades, en el
sentido de causar deformaciones severas en el orden psíquico lógico y emocional
de los ciudadanos, independientemente de las muertes y el éxodo que sufrieron sus habitantes. La
devastación de ambos regímenes es por todos conocida. Ambos han abrevado de las
características de sus pueblos y han abusado de ellas explotándolas para sus
fines egoístas y los de sus camarillas. Ambos
regímenes explotaron relatos épicos para encender las masas y hacerles creer la
continuidad entre esos mitos y la
gestión de sus gobiernos. Es así que
Hitler exaltaba al titán de la música de ópera Richard Wagner y las ideas del
superhombre de Nietzche. En paralelo,
Stroessner, explotaba la figura de nuestro
Mariscal de Hierro, el Mariscal López – paranoico y heroico a la vez- ,
para señalar una continuidad patriótica entre ambos líderes.
Señalamos también sus
diferencias en el sentido que creemos que no obstante a su monstruosidad, en el
régimen teutón, la figura del líder logró acercarse más a la generalización del
Orden Simbólico, en el sentido de que aún muerto el líder muchos soldados
seguían obedeciéndolo según el juramento prestado. Por lo
menos, basándonos en los testimonios de Traudl Junge, secretaria personal de Hitler,
que estuvo con él hasta su desaparición física, la de su compañera Eva Braun y
la de los principalísimos líderes jerarcas entre ellos la muerte de toda la
familia Goebbels que así quiso evitar que sus pequeñitos vivieran en un mundo
fuera del Nacional Socialismo. El relato de esta simple e ingenua mujer, la
Junge, ha sido transcripto al cine en el
filme que comentamos, con rigor histórico por el notable guionista Bernd Eichinger y reconocido por los públicos por su
recreación poderosa del los últimos días del Tercer Reich.
En
cambio, el régimen stronista estuvo pegado a la suela del registro imaginario.
Mucha gente sirvió perrunamente por miedo. Otra
siguió al “único líder” con la
obediencia que se tiene a un padre, según el modelo del padre de cada individuo. Para la gran
mayoría la figura de Stroessner estuvo más cerca de imágenes mentales de genuflexión
y otros gestos de servilismo y oportunismo, al punto que al irse el Tiranosauro,
los cortesanos se declararon grandes defensores de la Democracia. En todos los
casos, la autoridad del jefe, no llegó a la abstracción exigida por el Orden
Simbólico sino quedó estancada en la figura del hombre histórico. Es necesario
entender que el ciudadano cívicamente maduro,
no obedece a una persona determinada sino por el carácter que le otorga
el cargo que ocupa transitoriamente según la Constitución Nacional. En otras
palabras, el individuo es solamente un soporte material, pues es la investidura
que ostenta durante un plazo fijado previamente, la que establece los lugares
simbólicos, no el personaje de carne y
hueso que le pone relleno al título que ostenta.
(1) El plano intuitivo es el
reino de la imagen. La imagen es
adhesiva e invasiva. También es transitoria y
evanescente. Por ello es necesario el enraizamiento en el plano simbólico, para que nuestras
vivencias no sean tan dispersas, difusas y efímeras.
(2) Los psicoanalistas paraguayos Cesar Medina y Genaro Riera acuñaron el
“Opá-reí” ( artículos en
diario asunceno ABC , 2001) aludiendo a
la fragilidad de nuestros acuerdos, que se rompen y olvidan ante la primera
dificultad..
(3) Opá –reí y vyro-reí son
dichos en guaraní. La primera se usa para expresar que “aquí no pasó nada” y la segunda es
una expresión peyorativa que indica que
uno no toma en cuenta su decir ni se toma en cuenta a sí mismo.
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