UNA MIRADA LACANIANA DE LA DOLCE VITA ( 1960) DE FEDERICO FELLINI.
Mara Vacchetta Boggino, Encargada de la docencia de App-arandú.
La
Asociación Arandú ofreció el mes de febrero del 2016 un ciclo de películas de
los 60 y 70 del siglo pasado buscando relacionarlas con temas lacanianos. El
primer filme que vimos en la muestra que ofrecemos en la Alianza Francesas fue La Dolce vita, de Federico Fellini (1960). El ciclo está bajo el cuidado de Alejandro
Brítez-Lucena, pues son películas viejas que necesitan estar
remasterizadas.
Lo
que ocurrió el jueves 4 pasado es digno de comentarse. Hubo una comunión
infrecuente porque la numerosa concurrencia no se moviò ni carraspeó ni tosió (
signos de aburrimiento) durante las tres horas que dura la proyección!!!.
Parece cosa de magia pero Anita Ekberg y Marcelo Mastroiani están más adorables
que nunca y Fellini “cada día filma mejor”.
Temimos que la gente ya no tuviera ganas de estar en
el debate por la duración del filme. NO fue así. No creemos que todas las veces
tengamos esta singularísima conexión. En el debate, había llamado la atención la compulsiva necesidad
de placeres de la aristocracia romana mientras el amor parecía transitorio y
esquivo. Es así que la fiesta final donde una bella hace un streap-tease que nadie atiende,
buscan la violencia como modo de llenar las horas y escamotear la náusea, el
asco, la desazón. Sabemos que la vida romana había sido atacada en su tejido
más íntimo durante una guerra donde el
panadero podía colaborar con los partisanos mientras su cliente un nazi-fascista que podía ser un potencial
delator….La sociedad de los 60 aún vivía esa tensión y malestar cotidianos. Sin
embargo, nada de eso se vislumbra en el filme! Y entonces, una diversión donde
nadie se divierte, nos recuerda a aquello de Freud del retorno de lo reprimido
y que lo que sacamos por la puerta retorna por la ventana. Es que, insistimos:
la ciudadanía quebrada y una aristocracia
que no quería hacerse cargo de este momento de su historia!!
Detalle
muy significativo es el final cuando los ahítos sobrevivientes de la fiesta,
caminan donde el mar trajo un monstruo marino muerto y la cámara enfoca un ojo
negro abierto al abismo de su negrura. Esto nos lleva a que “la angustian no es
sin objeto”. Heidegger nos habla de que la angustia es ante la nada. Pero una
lectura más serena del filósofo de Friburgo nos muestra cómo la nada es un
requisito trascendental para la
existencia de los entes. De modo que la “nada” no es la negación de los entes
sino condición para que ellos existan. Eso significa que ese “vacío” es un tipo
de objeto que no es fisicalista ni objetivo. No obstante, su presencia
angustiosa, puede promover al deseo y éste en su metonimia ser el origen de toda
historia. ES así que al final del filme y ante estos seres anochecidos y despertados ante la pesadilla
de la vida, aparece una niña rubia angelical que le intenta hablar a
Mastroiani, como promesa de que la vida sigue fructificando.
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