miércoles, 14 de diciembre de 2011

LA ENSEÑANZA DE VIÑAS CUÉ
Mara Vacchetta Boggino*

La semana que pasó, el día 7 de diciembre,  los canales de televisión regaron generosas imágenes sobre el desalojo en Viñas Cué, debido a que numerosas familias levantaron carpas en un predio municipal, que además es parte del Jardín Botánico. A nivel de principios, no habrá grandes disensos: seguro que acordaríamos  mayoritariamente  que   cada familia de paraguayo merece ser dueña de la tierra que trabaja. Es en la metodología elegida por los ejecutores de la Ley a la que voy a referirme, apostando a la democracia adulta, de la que estamos muy lejos aún.

Naturalmente nos preocupa  el deterioro del  Jardín Botánico  debido a que sin lugar a dudas,  pobladores de vida  precaria, van a destruir árboles y  animales que pueblan lo que debería ser un  idílico lugar.  Pero el espectáculo dantesco que se nos ofreció se puede evitar en gran medida con autocrítica de parte de las autoridades.  Me decían mis amigos que sería riesgosa la solicitada autocrítica  pues  ya el proceso de democratización tiene muchos obstáculos y enemigos de toda laya como para poner las barbas en remojo.  Sin embargo, la autocrítica es una manifestación de fortaleza. El débil tendrá que mentir escondiendo sus errores debido a que por su falta de autoridad la verdad  le desacredita. En cambio quien acepta críticas a su gestión de gobierno, demuestra un poder  que no tiene  el mbareté que es un pelagatos  “pura imagen”  que teme  se le señale errores… ¡no sea que se descubra que tiene pies de barro!

Obligación  ciudadana. A ninguna persona pensante de nuestro país se le escapa  la vergonzosa situación de los campesinos sin-tierra. Es un asunto  que en nuestro país ha tomado ya características endémicas.  Con la gravedad, extensión y  dilatación del problema, hemos hecho como  ciudadanía tan mal nuestra gestión, que delegamos su  solución  a voceros inescrupulosos,  simples alborotadores, psicópatas,  canallas, que medran con la situación  de estos  necesitados y los agitan para sus fines particulares.                                                                       


La opinión pública dice irreflexivamente: “¡qué le vamos a hacer caso a estos inadaptados! ¡Sus  voceros son tipos que andan en unos 4x4 imponentes!”  Pues sí señores, los psicópatas son una enfermedad moral que designa a sujetos de conducta infame. Es así que gran cantidad de estos conductores, son tipos que buscan su ganancia en primer lugar y descubrieron que se puede lucrar con la necesidad de estos  nómades obligados. Pero es muy grave confundir “la parte por el todo” (lo que en la escuela nos enseñaron se llama “metonimia”). O sea, concluir de ello que si “porque el vocero es un sinvergüenza, entonces, la gente que lo sigue también lo es”.  Insisto: ¡cuidado con esa metonimia!

Los grados de libertad. Tiene más responsabilidad quien más grados de libertad tenga.  El humano que está al ras de la subsistencia tiene menos responsabilidad porque termina moviéndose en el nivel de las necesidades primitivas de hambre y cobijo. En cambio quien puede preparar, pensar, diseñar, programar su accionar, tiene   mayor libertad y por ende mayor  responsabilidad. En ese sentido, entre el joven que tira una piedra en la cara de un uniformado y el uniformado que tira balines a la inmensa cantidad de criaturas del predio invadido, tiene más responsabilidad el que más preparación tiene.  Por eso quiero decir algo a todos los responsables del orden en democracia: “señor policía, Ud. que lleva casco, caballo, cachiporra, protección de pecho y espalda, puede desobedecer la orden por motivos de conciencia y no le pueden echar del trabajo si sus argumentos son los Derechos Humanos, porque vivimos en Democracia.   Si Ud. se niega a pasar la topadora por la carpa de Ña Perica y hacer trizas su olla, su jarro, su vela, su “lampiú”, su zapato-cuéra,  por razones de moral, está en su derecho.  Ya no es la época en que los guardias SS tenían que llevar judíos al horno porque si no serían fusilados. Ellos sí aducían que “cumplían órdenes” inevitablemente.  En efecto, señor policía si Ud. obedece ciegamente una orden atacando a un pobre más pobre que Ud., es un acto reglamentario porque cumple la orden superior, pero es un acto profundamente inmoral…. Es un acto  legítimo pero  inmoral.  Y  además cobarde porque  dudo muchísimo que con la misma ligereza emprenda Ud. la tarea de echar la mansión de un millonario en caso de que la fiscalía ordenara la destrucción de esas basílicas de la corrupción  producto del narcotráfico”.                                                      

En su novela “Memorias de Escorpión”, Efraím Enríquez Gamón  dice “los esbirros del régimen eran brutales con los débiles y sumisos con los de más fuerza y mando”.

Los mediadores.  Se aduce  que los agentes del orden procedieron luego de infructuosas negociaciones. Pensemos que los ocupantes tienen  razón en no creer en los mediadores, que no les daban  pruebas tangibles. Corríjanme si me equivoco pero,  los “mediadores” ¿los llevaron para que viesen dónde iban a vivir luego de ser desalojados?  ¿Se acuerdan que Stroessner daba tierras pero perversamente no daba títulos?  ¿Y a Samaniego cómo creerle si jamás hizo autocrítica? como tampoco lo hizo aún la ANR siendo que la última etapa del coloradismo en el poder fue de una corrupción sin nombre.  ¿Y con los últimos cambios ministeriales, cómo no temer  que las autoridades que se comprometen no sean luego removidas de su Ministerio? En fin, las instituciones no tienen la credibilidad que deberían. Sólo mostrándoles la casa con el título estos campesinos podrían tener fe en  nuestras  palabras.

Los inadaptados. En uno de los canales  una periodista comentaba la invasión y decía insistentemente  refiriéndose a los ocupantes: “los inadaptados”.  Si el día de mañana queremos un electorado maduro, debemos descabalgar de nuestro egocentrismo y asumir que no siempre aquel que piensa contra mis intereses es un inadaptado. Es muy fácil llamar inadaptado a quienes están contra nuestros beneficios inmediatos  y necesitamos un corpus de ideas y valores y estrategias más amplios que no nos pongan necesariamente los unos contra los otros. Para un ciudadano inmaduro “un sin tierra es un ser potencialmente peligroso que va a venir a invadir mi propiedad y yo me prevengo aceptando que la policía le haga cualquier brutalidad”. Para un ciudadano democrático, “un sin tierra es un problema tanto para él como para mí”. NO lo hallo un enemigo sino un paraguayo con un dilema  y su dilema me acicatea a encontrarle una solución, pues su circunstancia  me afecta a mí también”. Yo creo que la solución de Ricardo Franco Lanzetta es una ruta posible: una reforma agraria muy modesta, posible, controlable, gradual… En su propuesta al Partido Febrerista pueden leerse las recetas de este lúcido y comprometido paraguayo.

*Psicoanalista. Integrante de la Asociación Psicoanalítica Paraguaya Arandú (APPA).

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