domingo, 29 de mayo de 2016

Fernando Bachero ó lo oculto que sale a la luz

Fernando Bachero o lo oculto que sale a la luz

por Mara Vacchetta Boggino





Fernando Bachero es un artista difícil  y ferozmente impactante. Mayormente dibuja en cartulina blanca y hace y sombrea sus trazos con lápiz negro. Él ahonda hacia una realidad que a nuestros ojos de simples mortales  nos está vedada. En efecto, son figuras muy próximas y familiares a nosotros y nuestras vivencias pero finalmente, no son de nuestro mundo.    Yo diría que Bachero ahonda en un estilo que reverbera en lo ominoso y desde lo horripilante él nos ofrece sus mejores obras. 


Lo ominoso




Sigmund Freud dice que lo ominoso, lo abominable, es una dimensión que de tan cercana  y familiar no la captamos como nuestra. Como bien nos señala el maestro vienés, en su muy curioso capítulos titulado “Lo siniestro” ( Das unheimliche)  por más de que la Estética no se circunscriba a la ciencia de lo bello - pues es doctrina de las cualidades de nuestro sentir-  el ámbito de lo que provoca angustia y horror, suele descuidarse en los tratados de Arte o casi silenciado como marginal. Esto dice Freud en 1919, no obstante ahora notamos que al lado de lo bello, lo grandioso, lo atractivo, hay una tendencia cada vez más extendida de que la Estética se ocupe de los sentimientos provocados ante lo contrastante, repulsivo y doloroso. 

Es probable que esta orientación que se constata cada vez más en las salas de exposiciones tanto en Asunción como en el mundo, sea por la  amenaza de catástrofes como nos advirtiera Noam Chomski  En efecto, Chomski profiere   alarma de que el calentamiento global por  el ataque al medioambiente, es tan destructivo y fatal como la hecatombe atómica.  Entonces, se torna menos infrecuente  que los artistas, los creadores todos – que vislumbran “un poco más allá” de la realidad cotidiana- nos inunden con películas y otras manifestaciones visuales y sonoras, de alto contenido angustiante.  


Arte y juego



Freud también nos dice, en “El poeta y la fantasía” del rol lúdico del Arte, en el sentido de que éste  nos ayuda a elaborar ansiedades y anhelos no cumplidos y sueños irrealizables. Freud compara el trabajo del poeta al juego del niño quien así elabora sus temores y dolores y ejerce un dominio ilusiorio sobre la realidad. Esa misma técnica le adjudica al poeta quien permite a su audiencia que muchas de nuestras exitaciones en sí penosas, se conviertan en vivencias placenteras.  Cuántas veces arrojamos la carga demasiado penosa de la vida ( vivimos en un valle de làgrimas, rezan las letanías de  las viejas católicas) en el  disfrute  de películas cómicas y los programas de humor!! Es que Freud nos enseña a que el Yo no renuncia nunca  a su fuente de satisfacción  sino que la suple por otra experiencia que su cultura y sociabilidad le permitan. Pero sepamos que el placer de hoy es mero subrogado del placer anterior. El artista –dice Freud textualmente- nos “soborna”  menguando el sentido egoísta de la ensoñación  con la prima de placer  formal, escenificando sus fantasías.

Funciòn de lo ominoso



Entonces pareciera una contradicción con lo que comentamos del arte que procura disfrute ante lo  inquietante y siniestrode Bachero ¿ cómo explicar esta aparente paradoja? En este punto recuerdo a Igmar Bergman quien decía en una entrevista que él veía caminar alrededor de él a la Muerte y que si no fuera por sus películas, él enloquecería. Que hacer Arte le ayudaba a objetivar, cristalizando en imágenes, sus fantasías. Shelling decía de lo siniestro que es aquello que   "estando destinado a permanecer en el secreto, en lo oculto, ha salido a la luz"….





Freud decía por ejemplo,  que  la angustia por los ojos, la angustia de quedar ciego es con harta frecuencia un sustituo de la angustia ante la castración".Esta reflexión la hacía a propósito del cuento de Hoffman, “El hombre de arena”, que cuenta la historia de un hombre atormentado cuyas aventuras  amorosas trágicas, eran resultado de unos terrores infantiles en relación a un padre sumamente severo. Pues bien, Hoffaman utiliza sus pesadillas  como materia prima para su producción intensamente creativa.  Este prusiano inspiró a Edgar Alan Poe y a Lovecraft. Ahora lo tenemos a Stephen King, a Tolkien .  Ray Bradbury, por ejemplo,  con su “Pais de octubre” nos pinta su imaginario tenebroso y nos da placer al encontrarnos y poder enfrentar a  nuestros miedos gracias a que él los pone a dramatizar y a sufrir a otros ( que nos ahorra a nosotros ser los protagonistas). Así Bachero nos regala sus ensoñaciones y todos nos vemos allí, en el lado en que no nos gustaría vernos, pero “como les sucede a otros”, se digiere mejor.  





Es más, parafraseando a Freud, Bachero  nos soborna y anestesia y encanta con su estética transgresora y espléndida! 

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