La pesadilla de Hegel.
La dialéctica hegeliana explica el
continuo fluir de la terna tesis, antítesis, síntesis. Siendo la contradicción
el motor del devenir donde en la afirmación esta implícita la negación de la
misma.
Para Hegel las ideas prevalecen sobre la
dimensión material. La dialéctica es movimiento para alcanzar una síntesis
última llamada “El espíritu absoluto”. El espíritu se enajena en aras del
autoconocimiento, así lo único real es la idea a la que nos conduce, por
ejemplo, el arte o la filosofía.
La discontinuidad en el establishment ha
sido siempre el común denominador de la historia de las sociedades
occidentales. El motor de los conflictos de clases siempre se ha caracterizado
por perseguir un ideal de libertad. La disconformidad de los oprimidos
alimentaba el ferviente impulso de morir libres antes que vivir como esclavos,
algunos alcanzando con la inmolación la trascendencia.
Esta iracunda búsqueda de ideales de las
clases dominadas han ido modificando las políticas de Estado. No podía ser de
otra forma, era la clase trabajadora la que sostenía los privilegios de los
dominantes. Así las democracias fueron abriéndose paso en relevo de las
monarquías, y sistemas absolutos de gobierno fueron reemplazados por
instituciones creadas para servir a la sociedad.
Con el fin de la segunda guerra mundial
devino la creación de la ONU. La humanidad celebraba lo que parecía ser la
victoria de la libertad sobre la opresión.Las nuevas disposiciones auguraban un
futuro exento de guerras. Por fin la humanidad escribiría en su historia el
testimonio de su superioridad de espíritu: La libertad como la expresión de los
valores humanos más elevados.
La cosmovisión de tipo globalista se
instauro como nuevo orden a través de la cooperación de las grandes potencias.
Se dio sentido a la frase socrática “no soy ateniense, ni un griego, soy
ciudadano del mundo”. Tantas eran las ansias de un orbe renovado, de una era de
paz, que se viralizaron improntas en perfiles de redes sociales con la mentada
frase.No solo era un ideal, también era tendencia: La diversidad cultural como
fuente de sabiduría.
Ahora hagamos una revisión de estos
hechos con la dialéctica hegeliana antes expuesta. Si decimos que la libertad
es ausencia de opresión, debe estar implícita también en ella su contradicción.
La ingenua humanidad no pudo identificar las sombras que acarreaba el nuevo
orden. La libertad es portadora de la opresión. Y los llamados libres de hoy
serán ineludiblemente sumisos mañana.
La monada social está regida por
factores psicológicos que intervienen en fenómenos culturales. El psicoanálisis
revela que el hombre debe resignar, transformar, desviar las pulsiones
agresivas atisbando valores más elevados. El Súper Yo como instancia moral
enjuiciadora, y representante de la internalización de imagos parentales
instituye los límites del “deber ser” y prohibiciones.
A propósito de las tecnologías del yo,
éstas deben adaptarse sirviéndose de múltiples mecanismos para lidiar con las
demás instancias sometiéndose al principio de realidad.
La historia evidencia que la cultura
sigue sentando su base en la represión pulsional tal como Freud lo indicaba en
una correspondencia a Einstein en 1933. A pocas décadas de completar un siglo
de las declaraciones vertidas en esas cartas, su vigencia abruma y aterra
puesto que, en oposición a los valores de la ONU, la realidad actual descubre la
inminencia de un conflicto mundial. Los avances de las tecnologías de guerra
comprometen la vida misma del planeta tal y como la conocemos.
Pero
entonces ¿Dónde están los “ciudadanos del mundo”? Pues alienados al sistema.
Aquí debemos separarnos de Hegel. No hablamos ya de una alienación de objeto,
sino de la alienación del sujeto a una subjetividad producida por el contexto
social de donde emerge su historia.
Hoy los seres humanos en su imaginario
son seres libres, en igualdad de condiciones. El individuo contemporáneo se
cree autónomo. Los smartphones y demás avances tecnológicos permiten la
inmediatez de la información, el ciudadano promedio está al tanto de los
eventos mundiales y cotidianos. Así, está a un clic de poder ver cuántas veces
le plazca y compartir con el mundo el proceso de decapitación que los
yihadistas someten a los cristianos en el oriente medio. Puede ver la violación
sexual de una niña de 16 años en el Brasil. Puede ver el cuerpo de un niño de
tres años en las costas griegas, muerto, ahogado en el intento de escapar de la
guerra que vive el pueblo sirio. Para mitigar el morbo también está a un clic
de un video de autoayuda que promete fórmulas para alcanzar la paz interior, la
felicidad plena, como convivir con los fantasmas del pasado.A lgunos hasta
prometen milagros si se los comparte con X cantidad de personas. Pero la
realidad arrogante se infiltra en los boquetes de la negación. Ante ella
recitar formulas optimistas es tan efectivo como alguna danza étnica para
llamar a la lluvia.
¿A qué vamos con esto? A que la aclamada libertad no es otra cosa
que un producto que fue vendido como ideal. Los inconformes la ansiaban.Entonces,
es puesta como producto cerrado y empaquetado y colocado en la puerta de la
casa para su uso y abuso. “La libertad de elegir como vivir, la libertad que
nos llena, completa y nos da felicidad”. En esta vorágine de sueños e ideales
se originaron ventas masivas de un producto mucho más poderoso y esclavizante
que cualquiera: ya no la promesa de felicidad, si no la certeza de poder
alcanzarla.El sistema capitalista aparece como respuesta a esta debilidad. Bien
decía Khalil Gibran que quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro
ser.
Las leyes sirven a los que las crean, y
el sistema capitalista no es otra cosa que la consecuencia de este
argumento.Creado por hombres para dominar hombres.
Esto no termina ahí, el capitalismo ha
dejado descendencia, el engendro es el neoliberalismo. Un sistema productor de
reglas, de formas de vida, que convierte a las instituciones dedicadas (en el
sentido manifiesto) a servir a la sociedad, actuando (en sentido latente) tal
cual el discurso del Amo. Crea individuos institucionalizados que se precian de
ser libres en su accionar.Más para pertenecer deben someterse compulsivamente a
sus reglas. Existe así una ilusión de alternativas, una ilusión de felicidad,
una ilusión de plenitud.
Lacan argumenta que la falta es
constituyente en el sujeto, el sujeto es efecto de lo que cojea. Por más
promesas de objetos “a” que proponga este modelo neoliberal, por más que
intente producir subjetividad y construir un sujeto al cual el trabajo lo lleve
al éxito, el éxito a la felicidad, la felicidad a la plenitud, dicha plenitud
sin embargo es mítica, es imposible, no es inherente al “mico parlante”.
El sistema actual conduce al hombre a un
onanismo psíquico. Crea ilusión de que las almas gemelas existen, que hay
alguien en el planeta que llena y completa por el solo hecho de existir. Que la
psicología behaviorista (conducta) puede ayudarnos a vivir felices. Intenta
adaptar el Yo a las exigencias del mercado, sin reconocer que el individuo posee
dinamismo propio. Así condena la existencia a la sombra de los cambios
culturales. Aun cuando el humano es producto de un desarrollo histórico, posee
mecanismos y leyes inconscientes que le son inherentes y que el psicoanálisis
lo describe pertinazmente.
El neoliberalismo se presenta como la
evolución del capitalismo en el sentido que transforma la característica laisseafaire
en un sistema con reglas. Pero definitivamente no es un sistema que dirige
hacia fuerzas racionales que promueven la autoconciencia como aspiraba Hegel,
si no que moviliza al sujeto a estar siempre desenfocado de sus aspiraciones, a
ser un onanista aturdido con su propio goce. Desenfoque tal, que no hace más
que echar por tierra el discurso cuidadosamente cerrado “falto de faltas” del
neoliberalismo.
La propia teoría psicoanalista con su
espíritu revolucionario, es la oposición de un discurso totalitario pues
pregona la castración simbólica y los objetos perdidos, como el motor de vida. Mella
el narcisismo teorizando que la falta es constitutiva en tanto somos seres del
lenguaje. Es por esto que está perdiendo espacio ya que no comulga con las
direcciones del sistema.
A pesar de ello, el ideal hegeliano del
espíritu absoluto tal vez pueda ser alcanzado por la vía que Freud propone en
su correspondencia con Einstein, donde será la racionalización de las
pulsiones, el entendimiento de la propia naturaleza lo que podría salvarla de
su auto-eliminación. Y por qué no, lograr la autoconciencia para revelar sus
fantasmas y por fin vivir en un equilibrio inestable de libertad, la precaria
libertad que le es dada alcanzar al hombre. Ante estas cavilaciones se tiene a
bien citar a Freud en su trabajo del “Malestar en la cultura” “Más.. ¿quién podría augurar el desenlace final?”.
Carolina Roa
Miembro de la Asociación Psicoanalítica
Arandú
Profesora Superior de ballet clásico y
profesora de Theater Jazz.
Estudiante de psicología de la
Universidad del Norte
Muy interesante!
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarEstupendo análisis. De rebote encontré éste articulo.
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